[Des réactions politiques]. Tratado político de Henri-Benjamin Constant de Rebecque (1767- 1830), publicado en el año V (1796) y luego, con notables adiciones, en 1819, según un nuevo programa monárquico constitucional y ya no tendenciosamente republicano.
El autor, que refunde y expone en forma más sistemática las ideas de un escrito precedente, De la fuerza del actual gobierno (v.), trata de explicar que existen dos clases de reacciones: sobre los hombres y sobre las ideas. Para que las instituciones de un pueblo sean estables, han de estar al nivel de sus concepciones espirituales. Así, paso a paso, las agitaciones políticas dan lugar a nuevas conquistas; y las instituciones y las leyes continúan respetadas y fecundadas con nuevos desarrollos. Cuando el acuerdo es destruido, las revoluciones dan lugar a reacciones, pues el nuevo estado de cosas sólo se sostiene gracias a una sucesión de esfuerzos, cuya interrupción o disminución implica el final de un sistema.
El gobierno debe, por tanto, ser impasible, pero fuerte contra las tentativas de destruir la ley; no ha de recurrir, sin embargo, a ningún partido para obtener ayuda o defensa, ni ejecutar actos arbitrarios para mantenerse en el poder. Los hombres cuya influencia puede inducir a los ciudadanos a hacer el bien, deben luchar por el mejoramiento común. Toda duda en el futuro implica una disminución y una pérdida de la libertad: ésta debe acoger tanto a los paladines viejos como a los nuevos. Si los viejos carecen de fe en sus conquistas en favor de la sociedad, los jóvenes han de unirse y marchar decididamente en su defensa. Son muy límpidas las páginas sobre la necesidad de principios políticos para guiar la acción contra toda forma de arbitrariedad. En tal sistema progresivo y regular no habrá lugar para la superstición religiosa ni para la negación escéptica del ideal; en la armonía de las leyes sociales y morales la humanidad encontrará su camino en la nueva historia.
Es sintomático el testimonio en favor de Lafayette, prisionero de los enemigos en Olmütz; Constant lo recuerda con generosidad, mientras el Directorio se negaba a negociar su liberación con Austria (como hará en cambio Napoleón en Campoformio). Así son recordadas las víctimas del Terror, Bailly, Condorcet, Vergniaud, «sombras venerables, nombres inmortales», porque ahora son insultados por escritores que antaño se vendieron a los asesinos. La obra es notable por la afirmación de una libertad moderada según garantías constitucionales, y porque demuestra el carácter eminentemente histórico con que el liberalismo sistematiza sus exigencias de los nuevos derechos de libertad, en la continua referencia a ideales que habían sido proclamados por el movimiento ilustrado y en particular provenían del pensamiento constitucional inglés y de Montesquieu.
C. Cordié