[Le Réalisme]. Escritos polémicos de crítica literaria y artística del francés Champfleury — pseudónimo de Jules Husson— (1821-1889), coleccionados en volumen en 1857; documento de la batalla realista librada durante los últimos años de Luis Felipe y los primeros del Segundo Imperio, mientras declinan los últimos fuegos románticos y se muestran las primeras vagas tendencias del positivismo.
Pero viendo en Balzac al minucioso e implacable pintor de la humilde realidad y no el poderoso visionario, y rechazando el cuidado estilístico y transfigurador de Flaubert, todavía alejado de las ambiciones científicas de los naturalistas, este modesto realismo, al que queda, sin embargo, el mérito de haber contribuido a ampliar el campo del arte, se reduce al deseo de captar la realidad cotidiana de los ambientes populares o pequeños- burgueses, y reproducirla directamente, en forma pedestre, pero que produzca una impresión de vivido, de autobiográfico. Objetivismo que no excluye la caricatura ni lo grotesco, y se anima con la poesía juvenil, romántica en el fondo, del libro más popular de la escuela, las Escenas de la vida bohemia (v.) de Murger. Sea lo que fuere, las ideas e intenciones del grupo aparecen en este libro, por el que el autor es recordado más qué por sus mediocres novelas.
Después del «Prefacio», que sabe mucho a manifiesto, aparecen ensayos de diferente carácter (uno de ellos, sobre la literatura suiza de la época, resulta completamente extraño al asunto), donde están también indicados los precursores: Charles Sorel y su Verdadera historia cómica de Francion (v.); el aventurero Robert Challes, de la primera mitad del siglo XVIII, evocado en páginas interesantes, por algunas de sus novelas cortas, Les Illustres Francaises, y Diderot. Son más vivas las páginas sobre el pintor Courbet, que en 1855 había celebrado una exposición con el título «Du réalisme». Champfleury, que fue llamado «el Courbet de la literatura» y había combatido fraternalmente por dicho artista, explica esta pintura carente de retórica, pero no de humanidad, donde el realismo resulta verdaderamente un arte «serio y convencido, irónico y brutal, sincero y lleno de poesía».
V. Luigli