[De Mortibus Persecutorum]. Obra de polémica histórica de Lucio Cecilio Firmiano Lactancio, filósofo, retor y apologista cristiano (alrededor del 240, muerto a una edad avanzadísima), compuesta hacia 313 y dedicada «ad Donatum confessorem».
Las objeciones derivadas de las diferencias de estilo de otras obras de Lactancio y de la ausencia del autor del teatro de los acontecimientos descritos en los últimos capítulos de la obra, y que fueron causa, durante muchos siglos, de que se pusiera en duda esta atribución, han sido hoy rebatidas por la crítica moderna. Refuerza esta opinión el hecho de que la idea dominante en el De Mortibus, de una «cólera divina» que no espera el fin de los siglos, sino que castiga ya en vida a los perseguidores de la Iglesia ante los ojos de sus víctimas (tesis nueva que no se halla en los apologistas anteriores), existía ya netamente expuesta en otros escritos de Lactancio. La obra se abre con la apología del victorioso mártir Donato, torturado nueve veces en la persecución del año 303, y liberado sólo en 311 para ver al Cristianismo triunfante. Después de haber recordado a los antiguos perseguidores de la Iglesia, Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano y Aureliano, demostrando que todos habían sido castigados por la mano de Dios, el autor no se detiene, sin embargo, en la narración de su muerte, porque la historia contemporánea le proporciona, en el período de la última década, 303-313, ejemplos harto trágicos de la justicia de Dios. En efecto, el autor muestra las violencias de Diocleciano contra los fieles de Nicomedia, la intervención de Galerio, los edictos de persecución, la enfermedad y la abdicación de Diocleciano, el gobierno cruel de Galerio, el advenimiento al trono de Constantino en la Galia, y su primer edicto en favor de los cristianos; considera después las intrigas y la muerte de Maximiano, la enfermedad de Galerio y sus remordimientos, la persecución de Maximino Daya, la muerte de Diocleciano, la victoria de Constantino sobre Magencio hasta el edicto de Milán; en todos estos acontecimientos está presente siempre, vigilante y vengadora, la maldición de Dios que se abate sobre los perseguidores y sus familias.
La veracidad histórica de Lactancio parece hoy fuera de discusión; es más, su autoridad como historiador no ha hecho sino aumentar, a medida que se van conociendo más profundamente los acontecimientos a que se refiere. El autor debe haber consultado, con toda seguridad, los archivos imperiales de Constantinopla; además, su permanencia en Nicomedia desde 293 a 306 y en Italia y la Galia de 306 a 310, y su estancia junto a Constantino, deben haberle dado amplias posibilidades de información. La probada veracidad y autoridad de Lactancio no lo excusan de la tacha de ser partidista; su obra es, pues, esencialmente apologética, útil, e interesante, sin embargo, puede ser colocada entre las clásicas de la literatura cristiana. [Trad. española por C. Sánchez Aliseda (Madrid, 1946)1.
G. Pioli