[Daphné]. Novela póstuma de Alfred de Vigny (1797-1863), publicada por Fernand Gregh en 1912 en París. Escrita probablemente hacia 1835, viene a ser en la obra de Vigny la continuación de Stello (v.) y contiene la segunda entrevista del doctor Negro y Stello, representando el primero a la razón y el otro al sentimiento. Una tarde de fiesta, frente al espectáculo de la multitud que camina tristemente «como si cada uno buscara y se preguntase qué deseo le guía», Stello pregunta al doctor si la felicidad es posible para los hombres. El diálogo queda interrumpido por la llegada de una monja, que trae a un estudiante enfermo, Trivulcio. Por el camino, asisten al saqueo del Arzobispado (estamos en 1831). El estudiante tiene cuatro cartas manuscritas de un comerciante hebreo del siglo IV después de Cristo. En la primera, la más larga, narra el comerciante su llegada a Antioquía y el encuentro en el templo consagrado a Dafne con el viejo filósofo pagano Libanio.
Durante la cena, en la que también toman parte dos discípulos del maestro, Juan y Basilio, paganos como él, y que más tarde serán San Basilio y San Juan Crisóstomo, la conversación recae sobre el emperador Juliano, el que tras grandes manifestaciones de fe cristiana, ha vuelto al paganismo. El emperador llega de improviso y explica las razones de su profundo cambio. Le interesa salvar a la humanidad; el mal está en la ignorancia; lejos de los dogmas, los hombres serán mejores. En la respuesta, parte esencial del libro, Libanio sostiene que la opinión imperial es un sueño, porque el pueblo tiene necesidad de una metafísica para conservar la moral, y los nuevos símbolos cristianos, tienen mucha más fuerza que la antigua mitología. En las otras cartas, el hebreo cuenta la revuelta de Antioquía, la llegada de los bárbaros y, por fin, la muerte del emperador. El templo de Dafne es destruido por los cristianos. Terminada la lectura, Stello y el doctor observan de nuevo al pueblo que canta, ríe y continúa su obra de destrucción sacrilega. El saqueo del Arzobispado y la ruina del templo pagano son dos momentos similares en la historia de las almas; entonces moría el paganismo y ahora se extingue la fe cristiana. ¿Qué otra religión surgirá para salvar a la moral? La aventura del joven emperador, amorosamente reconocido en su aspecto noble y triste, es un símbolo que vela el problema capital de la filosofía, el de la moral.
En lo más íntimo del pensamiento de Vigny, ésta debería de asumir valor absoluto, sin el socorro de los dogmas: la conciencia divinizada, la moral de los estoicos, que no pide nada a la religión. En Dafne, de Vigny no llega a tanto, porque por boca de Libanio, acepta melancólicamente que la fe salve todavía a la conciencia. Rica en ideas, nueva en su forma de novela filosófica, la obra posee indiscutibles méritos artísticos; el vagar de la muchedumbre está tomado de modo realista, en tanto que la digresión sobre los amores de Abelardo y Eloísa llega a tener acentos de pasión. Las descripciones bosquejan con rápidos toques el color local; el estilo es grandioso y severo.
A. Bruzzi