«Este libro — escribe su autor, Giovanni Villani (12767-1348) — se llama la Nueva Crónica y se trata en ella de muchas cosas pasadas, especialmente del origen y comienzos de la ciudad de Florencia, luego de todos los cambios que ha sufrido… a través de los tiempos». La inspiración le vino en Roma, en el año del Jubileo: en la conciencia del humilde cronista, Roma volvía a ser inspiradora y madre fecunda de toda obra humana grande y generosa.
Y la obra, uno de los signos del incipiente Renacimiento, por lo vasto del proyecto, la diligencia en la información y la amplitud de horizontes políticos, es con mucho la mayor crónica de la Italia del Trecento. Basta comparar a Giovanni Viani con un Froissart, que escribe cincuenta años después, para comprender lo avanzado que se encontraba un florentino del siglo XIV en la conciencia histórica respecto de cualquier otro ciudadano de Europa. Esta gran Crónica se compone de doce libros en los que la materia esta dividía al azar, con escaso sentido del equilibrio. Los primeros seis libros, que no son sino compilaciones de carácter introductivo en los que las fuentes se toman muy en consideración, comienzan con los acontecimientos de las más antiguas gentes salvadas del diluvio universal y, en doscientos cincuenta y seis capítulos, llega la narración a los tiempos de la venida de Carlos de Anjou a Italia, abrazando por tanto más de dos mil años de historia, en tanto los otros seis van del 1265 al 1348 y abrazan por tanto poco más de ochenta años de historia, en 1.125 capítulos.
Nuestro interés se inclina naturalmente hacia éstos, para los que frecuentemente se sirvió el autor de los documentos oficiales. La organización de los mercados italianos y europeos, el ejercicio de las magistraturas ciudadanas, el interés por los aspectos económico y estadístico de la vida civil y la conciencia de los inextricables nexos que ligan todos los fenómenos sociales, están presentes en la narración de Villani y constituyen su mérito más intrínseco; pero, a veces, son tantos los pensamientos que se atropellan en la mente del autor, que la palabra no llega a encontrar un orden sintáctico tranquilo y diáfano. La obra vio la luz por primera vez en 1537 en Venecia; una edición más correcta apareció en Florencia en 1587. G. Franceschini
Villani dispone las palabras como un geómetra dispone las líneas y un matemático los números. (F. Flora)