[Christus]. Oratorio para solistas, coro y orquesta de Franz Liszt (1811- 1886). La primera idea le fue sugerida al autor por un poema de Rückert; después Liszt sacó él mismo el libreto de las Sagradas Escrituras en lengua latina.
La obra, compuesta entre el 1859 y el 1866, está dividida en tres partes: «Oratorio de Navidad», «Después de la Epifanía» y «Pasión y Resurrección». De las tres partes, la primera es la más extensa: en ella, el elemento descriptivo y pintoresco (casi siempre presente en las concepciones musicales de Liszt) tiene un desarrollo no menos importante que el elemento místico y contemplativo. El «preludio», muy amplio, está construido sobre núcleos temáticos de entonación gregoriana, y en el empleo de éstos el compositor revela una viva y original sensibilidad. Después del «preludio», la voz de un Ángel (soprano) anuncia la venida del Redentor; a esta voz responde el coro, que desarrolla un «Gloria in excelsis Deo». Terminado el coro, vienen dos episodios confiados a la orquesta sola: «Canto de pastores» y «Los Reyes Magos», que lleva también el título de «Marcha», y está construido sobre el tema de la anunciación del Ángel, modificado en sus acentos rítmicos.
La segunda parte está compuesta de cinco episodios: «Las Bienaventuranzas», «Paternóster», «La fundación de la Iglesia», «El Milagro», «La Entrada en Jerusalén». El carácter de los tres primeros es netamente litúrgico; los propósitos no sólo religiosos, sino «casi rituales» del músico están subrayados por el uso de temas sacados del Antifonario gregoriano (v.)» como el del «Pater Noster». «El Milagro» (de la tempestad aplacada por el Señor) y «La entrada en Jerusalén», episodio sinfónico el primero y sinfónico coral el segundo, son páginas, en cambio, en las cuales aparecen las tendencias descriptivas del músico.
La tercera parte se inicia con el «Tristis est anima mea», confiada al barítono solista; sigue el Stabat Mater (v.) expuesto por la mezzosoprano y desarrollado por el coro. A esta página sentida con ardor místico de viva humanidad sigue un breve himno parcial; finalmente un «resurrexit», tratado en estilo fugado, concluye grandiosamente la obra; y aunque permanezca en ella, pero en medida mucho más modesta que en la Historia de Santa Isabel (v.), la característica tendencia del músico hacia episodios descriptivos, da Liszt un gran paso en el sentido de la anhelada obra mística y católica.
Las Citas de temas gregorianos, la sobriedad y la viva sensibilidad con que son tratadas, la ambientación sonora del texto, la voluntad de reducir al mínimo el elemento decorativo, dan carácter y significado a este oratorio. Wagner, cuando conoció el Christus, lo definió como una viva y palpitante síntesis católica, patrocinando la idea de que fuese perennemente ejecutado en Roma, en las grandes solemnidades de la Iglesia. Sin embargo, y no obstante esa opinión emitida por Wagner, precisamente cuando él estaba componiendo el Parsifal (v.), el «catolicismo» de Liszt ha de ser considerado, como observó justamente Chantavoine, en sentido estético más que dogmático, lo cual no impide reconocer a esta obra, última entre las grandes composiciones de su autor, un hechizo y una persuasiva elocuencia que pertenecen a las serenas y elevadas regiones del arte.
L. Córtese