[Schillers Briefwechsel mit Kórner von 1784 bis zum Tode Schiller]. Publicada por vez primera por Moritz Veit en 1847, constando la edición de tres mil ejemplares. En 1854, se volvió a publicar, ahora formando parte de la Correspondencia completa de Friedrich Schiller (1749-1805).
A los veinticinco años, Schiller, que había dado a conocer Los Bandidos e Intriga de amor, ya era célebre, lo que no impedía que viviese pobremente en Mannheim. En mayo de 1784, recibió una carta firmada por cuatro jóvenes: un jurista, C. G. Kórner, profesor en la Universidad de Leipzig; su prometida Minne Stock; la hermana de ésta última, Dora, y su novio, Huber. Los cuatro le expresaban a Schiller su más decidida admiración y le brindaban su amistad. Schiller, que por entonces se sentía preso de un desdichado amor por Charlotte von Kalb, dejó pasar siete meses antes de contestar que aceptaba abiertamente la amistad que se le ofrecía. Algún tiempo después, abandonaba Mannheim para reunirse con sus amigos en Saxe, donde, en el pueblo de Kórner-Loschwitz, cerca de Dresde, acabó Don Carlos (v.). De este modo se abrió paso una amistad que duraría hasta la muerte sin verse jamás ensombrecida por ninguna nube y se inició esta Correspondencia que pone de relieve la nobleza de dos almas (Schiller, 3-7-1785: « ¡Qué maravilloso el contacto entre dos almas que se encuentran cuando ambas se encaminan hacia la Divinidad!») y que, al mismo tiempo, viene a ser un testimonio de la época más gloriosa y grande de la historia alemana. Aparte de Schiller y de Goethe, por entonces viven en alemania figuras como Klopstock, Kant, Fichte, Herder, los dos Humboldt y los románticos.
Los dos amigos viven en contacto con todos estos grandes hombres y en este clima se forja la estética de Schiller; en este clima veremos nacer su famoso ensayo Poesía ingenua y poesía sentimental, así como la Historia de la guerra de los Treinta Años y la Historia de la insurrección que libró a los Países Bajos de la dominación española. Goethe llegará en el momento más oportuno para encauzar a Schiller por la ruta más genuinamente suya: el teatro trágico. Como testimonio de las relaciones entabladas entre Goethe y Schiller no figura sólo el Epistolario (v.) cambiado entre ambos autores, sino también el que Schiller mantuvo con Kórner. La amistad, la mutua confianza se fue forjando lentamente entre los dos grandes hombres. Algunos años después de su primer encuentro, Schiller escribe a Kórner (2-2-1789): «Goethe suscita en mí una extraña mezcla de odio y de amor que podría compararse a la que debió experimentar Bruto por César. Estimo que el aprecio que de mí ha hecho es completamente parcial, en lo bueno como en lo malo. Pero a mí sólo me interesa saber la verdad sobre mí mismo. Creo que Goethe es precisamente el hombre que me hace falta». Tras el encuentro de julio de 1794, los dos amigos sólo cambian mensajes de simpatía, de mutuo aliento, de consejos esclarecidos.
Naturalmente, Goethe, que es el más rico, feliz y fuerte, desempeña las más de las veces el papel de alentador y sostén de la otra parte; emociona leer la descripción de la temporada que Schiller — recién establecido en Jena y minado ya por su mal inexorable — pasa en Weimar, en el domicilio de Goethe. «En este teatro no hay camerinos, pero Goethe ha hecho que habiliten uno expresamente para mí, en donde puedo refugiarme sin ser molestado o cuando no me encuentro muy bien; por lo menos gozo de la ventaja de no verme obligado a hacer esfuerzos penosos.» A partir de entonces, Schiller profesará un verdadero culto a su gran amigo, sin caer nunca en la exageración. En este sentido es revelador el juicio pleno de mesura que le merece la Ifigenia en Táuride (v.) de Goethe. Sus sentimientos se traslucen igualmente en los comentarios que le hace a Kórner a propósito de Wilhelm Meister (v. Años de aprendizaje y Años de peregrinación de W. Meister) o de la décima parte del Fausto (v.), sentimientos que encuentran su expresión en esta generosa frase: «Frente a Goethe yo sólo soy y seré un poeta andrajoso.» No obstante, en el curso de estos años, Schiller escribe Wallenstein (v.), La Doncella de Orleáns (v.), María Estuardo (v.) y Guillermo Tell (v.).
Esta correspondencia refleja también la vida amorosa y afectiva de Schiller. Aquí encontraremos, en principio, el eco de aquel amor suyo cruel y tormentoso por Charlotte von Kalb y, más adelante, su tranquilo y hondo afecto por la mujer que fue su compañera y la madre de sus cuatro hijos. Schiller, padre y esposo, es digno del Schiller amigo: un ser fiel, honesto, bueno, cariñoso. Angustia ver a este hombre enfermo hacer todo lo que está en su mano para resolver las situaciones difíciles, tan frecuentes, que plantea en su hogar la falta de dinero. Y, no obstante, jamás se lamenta. Se siente dichoso ante una pequeña ganancia, ante cualquier regalo y halla contento en su existencia rica en afectos y en trabajo, que la muerte cortaría cuando alcanzaba los cuarenta y seis años.