[Imaginary Conversations]. Es la obra más importante del escritor inglés Walter Savage Landor (1775-1864), publicada entre 1824 y 1829 en cinco volúmenes, a los que se hicieron algunas adiciones en 1846 y en 1853. Estos diálogos podrían dividirse en dos grupos: unos, verdaderos bocetos dramáticos, y otros, conversaciones eruditas sobre temas de literatura, de historia y de política. En el primer grupo, se halla el fino y delicado diálogo entre Tiberio y Vipsania, hija de Agripa, de quien hubo de separarse obligado por una orden de Augusto, que quiso casar a su hija con su futuro sucesor. Interesante para nosotros es el diálogo entre Tancredo II y Constanza, hija de Roger II el Normando. Tancredo, según Landor, es un precursor de Federico II de Suabia: desearía que aquel delicioso trozo de Italia, punto de encuentro de razas y civilizaciones diversas, fuese un reino independiente, primer paso para la unidad italiana; y tiembla al pensar que vaya a reinar en él Enrique IV, hijo de Barbarroja. Consigue hacer prisionera a Constanza en su castillo, pero no tiene valor para utilizar la fuerza contra la mujer.
Los diálogos del segundo grupo ofrecen la posibilidad de llegar a las ideas personales de Landor, a pesar de que éste trate de ser objetivo y desaparecer tras el personaje que presenta. En el diálogo entre Calístenes y Aristóteles y en el de Alejandro con el sacerdote de Ammón, hay un parangón curioso entre Epaminondas, humano, grande, sereno, y Alejandro, que por su fondo bárbaro es un exaltado y un destructor. Presenta a Platón como un fanático, autor de utopías irrealizables y capaz de minar las sólidas bases de la sociedad y de la familia. Este motivo, felizmente ofrecido en el diálogo entre Luciano y Timoteo, brinda a Landor la posibilidad de exaltar a los filósofos griegos anteriores a Sócrates, especialmente Pitágoras. Las opiniones del autor en lo concerniente al problema religioso aparecen en el diálogo entre Calvino y Melanchton, el primero rígido e intolerable, el segundo más inclinado a visiones amplias y humanas. En el fondo de su alma, Landor es pagano, humanista, tiende a una concepción panteísta; pero más allá del pensamiento está lo desconocido, y en el Cristianismo ve una moral que puede desafiar al tiempo y que puede ser una gran fuerza social.
Los diálogos sobre acontecimientos contemporáneos son los más interesantes; su naturaleza impulsiva le lleva a manifestar con calor sus ideas. Landor es completamente contrario a la hegemonía francesa; siente aversión por la Santa Alianza y no aprueba los excesos del liberalismo y la demagogia. Andrés Hofer, el héroe tirolés, víctima de la tiranía francesa, del egoísmo del emperador de Austria y de la hipocresía de Metternich, es presentado favorablemente. Blücher aparece como un héroe, Alejandro de Rusia como un reaccionario, capaz de amplias visiones. En un diálogo entre Maquiavelo y Buonarroti, hay una concisa condena del régimen democrático que ayuda a los mediocres, favorece las intrigas y la corrupción y corta las alas a los genios. Hay otros diálogos de tema italiano: el de Savonarola y el prior de San Marcos (publicado en versión italiana por el propio Landor en Florencia en 1860), otro entre Carlos Alberto y la duquesa de Belgioioso, y el de Garibaldi y el Senado siciliano, publicado póstumo en 1917. Landor, en estos diálogos se revela como profundo crítico de la historia, presentando a los diversos países y las diversas épocas en los momentos más salientes de su evolución espiritual, política y social. Viviendo en el período de la reacción, de las sectas, de las utopías, de los excesos, se eleva sobre el presente con juicio sereno.
G. Fornelli
Dejando aparte a Goethe, que, naturalmente, es reivindicado por el siglo que le produjo, sólo a Giacomo Leopardi, a Pros- per Mérimée, a Ralph Waldo Emerson y a Walter Savage Landor, el autor de las Conversaciones imaginarias, considero dignos de ser denominados maestros de la prosa. (Nietzsche)