[Considerations on rapresentative government]. Célebre obra doctrinal del pensador inglés John Stuart Mili (1806-1873), publicada en 1861. El autor, oponiéndose a la teoría que concibe el gobierno o bien como algo pre- formado que se puede tomar o dejar, o bien como una necesidad fatal de la naturaleza, afirma en primer lugar que éste es obra de la voluntad de los hombres. Por bueno o malo que sea, corresponde a los deseos y a la mentalidad del pueblo que lo ha escogido. Este hecho no excluye la posibilidad de que exista un criterio de valoración sobre la bondad de la forma de gobierno, incluso en relación con el grado de civilización de los pueblos. Decir que este criterio consiste en el «orden» y en el «progreso» significa reconocer la necesaria relación entre el gobierno y pueblo, porque en el fondo de éste están las condiciones de la acción gubernamental. De lo cual se desprende que el principio básico es que «todo gobierno que desee ser buen gobierno debe consistir en una organización de las buenas cualidades que existen en la comunidad para el buen manejo de sus asuntos» y en última instancia en favorecer las condiciones naturales de ésta para dirigirla hacia el progreso.
Sentada esta premisa, el autor excluye que un buen gobierno pueda subsistir en un régimen despótico, porque, por excelente que sea el hombre al cual se han confiado los destinos de la nación, siempre queda el inconveniente de que ésta se desentienda de tales destinos, que son también los suyos. Es necesario, pues, que a cada ciudadano le sea permitido tomar parte en el ejercicio del gobierno revistiéndole de algunas funciones, cosa que no se puede obtener de una manera eficaz si no es con el sistema representativo. Con todo, esta forma de gobierno no parece ser aplicable de una manera universal, puesto que al pueblo le es necesario un cierto grado de civilización que ponga en acción estas condiciones: que el pueblo esté dispuesto a aceptarlo, que tenga la capacidad y la voluntad de cumplir los deberes y desempeñar las funciones que un gobierno de esta clase le impone. Y, además, el sistema representativo puede estar sujeto a dos peligros fundamentales: la tiranía de la mayoría, que lleva a la democracia (de donde se origina la demagogia), y la tiranía de la opinión pública, que lleva a una igualación y al triunfo de la mediocridad. Para evitar el primero es aconsejable limitar el sufragio universal y oponer una «cámara alta» a una «cámara baja»; para evitar el segundo no hay más solución que potenciar la propia personalidad y afirmarla enérgicamente como libertad moral.
Esta obra de Mili que enlaza y se identifica idealmente con la otra que lleva por título La libertad (v.), se convirtió casi en el evangelio del liberalismo británico, liberalismo que no quiere ser precisamente «democrático», sino que tiende a desembocar inevitablemente en la democracia. El último argumento ultra individualista adoptado por Mili contra el peligro democrático manifiesta a las claras cómo el liberalismo no posee instrumentos políticos contra la propagación de la demagogia y está obligado a referirse constantemente al argumento moral de la intimidad de la conciencia. Lo que constituye precisamente el punto crítico de la doctrina liberal tal como la historia contemporánea debía claramente demostrar. [Traducción de Ciro García del Mazo (Madrid, 1879)].
A. Répaci