[Considérations sur l’état présent du corps politique de l’Europe]. Obra histórico-política de Federico II de Prusia (1712-1786), escrita en 1738 pero no impresa hasta 1788, entre las Oeuvres posthumes de Frédéric II. La ocasión fue el envío, aquel año, de notas idénticas, de las cuatro potencias: Francia, Austria, Inglaterra y Holanda, a Prusia, para que la cuestión de la sucesión de los Ducados de Jülich y Berg, sobre los cuales Prusia exhibía derechos, fuese dejada en manos de dichas potencias. Las notas estaban redactadas en términos dominantes y la indignación de Federico, entonces príncipe heredero, fue provocada especialmente por la conducta del gobierno francés, autor de la moción, que ponía otra vez en peligro la paz europea. Precisaba abrir los ojos al pueblo. Y Federico emprendió la tarea, con esta obra anónima, que había de ser publicada primero en Inglaterra, en inglés, y luego en Holanda, en francés.
El cuerpo político europeo — deplora el opúsculo — ha perdido su equilibrio y empieza a deshacerse: el derrumbamiento es inevitable si la coalición de fuerzas continúa oprimiendo a las naciones más débiles circundantes. Sobre todo la política de Francia, que se ha abandonado a la antigua e incurable manía de conquista y de dominio mundial, es la responsable. Con fina ironía está trazado el cuadro de la conducta política del cardenal Fleury: después de conseguir, con la «liberación» del imperio alemán, de una provincia molesta y peligrosa como es Lorena, convencer al mundo de la pureza de sus intenciones, quiere llevar ahora hasta Renania los límites de Francia por el noroeste; después de lo cual, podrá redondear su dominio con la anexión de Luxemburgo, de Tréveris, de Lieja, las plazas fuertes de los confines de Flandes, mediante la tácita connivencia de Holanda. La «condición desgraciada del cuerpo político de Europa» es ésta: por un lado, la potencia; por otro, la debilidad.
El torrente impetuoso arrastrará en adelante a este continente de revolución en revolución, lanzándolo a un caos de desorden, hacia la ruina general. Aunque el cardenal Fleury mantuviese a continuación una actitud conciliadora hacia Prusia, Federico no cambiaría de opinión sobre la situación de Europa; y a Voltaire, que había comparado a Francia a un rico rodeado de vecinos en quiebra, cuyos bienes adquiere a bajo precio, le contestaba: «Vuestra comparación muestra lo que constituye la fuerza de los franceses y la debilidad de sus vecinos.»
G. Pioli