[Lebensansichten des Katers Murr]. Es una de las mejores y más originales creaciones de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776- 1822), publicada en 1822. En realidad son dos obras en una, porque con el «Diario del sabio gato Murr, filósofo y poeta», se alternan inesperadamente páginas fragmentarias de la «Vida del director de orquesta Johannes Kreisler», usadas por el gato como papel secante y añadidas a la obra a causa de un pretendido error tipográfico. La azarosa vida de Kreisler, «alter ego» poético de Hoffmann (que usó a menudo este seudónimo (v. Kreisleriana), rompe de este modo la monotonía de la historia del gato, mientras, a su vez, las consideraciones de éste, escritas en un tono pedante que roza la bufonería, frenan cualquier desahogo demasiado sentimental y personal de Kreisler, o interrumpen definitivamente la acción en el preciso momento en que un misterio, más absurdo que los demás, haría necesaria una explicación. Pero es precisamente este continuo cambio de tono, del bufo al satírico, del irónico al desesperado, este no saber nunca a qué atenerse, lo que crea una atmósfera alrededor de la obra, de misterio y de doble sentido saturada de encanto.
Murr (nombre de un gato que durante muchos años fue favorito de Hoffmann) narra detalladamente su juventud: primeras amistades y primeros amores, entusiasmos y desilusiones, veladas, francachelas con los compañeros, etc., experiencias todas ellas fácilmente transportables desde el mundo de los gatos al de los hombres y especialmente de los contemporáneos del poeta: la sátira surge también del contraste entre la gravedad del tono y la banalidad de las experiencias. No faltan tampoco atinadas o irónicas consideraciones sobre el mundo de los hombres, observadas con manifiesta curiosidad por el gato Murr, no sin reservas, a través de su amo maese Abraham. Éste, versado en ciencias ocultas y experto en magia, es precisamente aquel maese Abraham que tiene tanta importancia en la vida de Kreisler: consejero del príncipe Ireneo, ejerce sobre él una influencia comparable, si no superior, a la de la viuda cuarentona del consejero Benzon, unida por estrechos lazos al príncipe. Éste, que es soberano de un minúsculo reino, vive ahora según la más rígida y absurda etiqueta en el castillo de Sieghartsweiler, ejerciendo poderes soberanos sobre su raquítica corte, última supervivencia de su antiguo esplendor.
En este pequeñísimo mundo de intrigas y de ilusiones hace su aparición el músico Kreisler, que con su naturaleza salvaje y desenfrenada, fácil a la desmoralización y al entusiasmo, asusta mortalmente a la hipersensible princesita que, no obstante, se siente irresistiblemente atraída hacia él, y despierta la admiración incondicionada y el inconsciente amor de Julia, la graciosa hija de Benzon. Él, a su vez, se siente atraído por la naturaleza equilibrada de la joven, pero la vigilante auto ironía del autor no da tregua a su personaje, de manera que misteriosas y románticas aventuras se suceden a un ritmo vertiginoso y fantástico, hasta que la obra es bruscamente interrumpida sin que los innumerables hilos dispersos de la narración converjan en un golpe de teatro que los justifique y los deshaga. El único personaje enteramente humano es Kreisler, cuya dolorosa realidad y sinceridad trascienden de toda intención satírica, hasta tal punto que la obra puede considerarse como una fantástica autobiografía del mismo Hoffmann.
A. Manghi