[Considerazioni intorno ai discorsi del Machiavelli sopra la Prima Deca di Tito Livio]. Entre las obras menores de Francesco Guicciardini (1483-1540), es una de las más significativas. En ella se trata de sacar a luz las coincidencias y los contrastes de su pensamiento político con el del gran secretario florentino. Escrita en 1529, no fue publicada hasta 1857, en el primer volumen de las Obras inéditas de F. G., editadas por G. Canestrini. Recientemente, ha sido reproducida en «Classici Italiani» de Laterza. Las Consideraciones siguen paso a paso los Discursos (v.) de Maquiavelo, dividiéndose en tres libros como se dividían aquéllos, si bien no todos los capítulos de los Discursos han dado materia de observación.
Guicciardini, partiendo de la misma verdad que considera al hombre como sujeto de la historia, y desde un sentido más rico de la realidad concreta, llega a una mayor flexibilidad; dándose cuenta de cuánto se ha distanciado el mundo humano del mundo de la naturaleza y cómo el mundo humano se diferencia de ésta por la espontaneidad y originalidad frente a las necesidades del mundo natural, cree imposible prever el curso de los acontecimientos y sujetarlos a leyes, y cree absurdo pretender comprenderle fuera de aquel fluir, que tiene sus raíces en el alma humana y que en los efectos se manifiesta distinto cada vez. No hace suya por tanto la necesidad y universalidad que Maquiavelo imprime al boceto histórico, dándole casi un ritmo ideal y eterno, y objeta el carácter variado de las pasiones y la contingencia de sus efectos.
«Se asegura demasiado absolutamente — observa él — que los hombres nunca obran bien si no es por necesidad, y que quien rige una república debe suponer a todos los hombres malos, porque muchos lo son; pero, por el contrario, puesto que teniendo la facultad de obrar mal obran bien, no todos los hombres son malos.» En esta oposición se revelan los límites de su pensamiento, que eran los propios límites del pensamiento humanista; la perplejidad escéptica y la languidez moral que debían perjudicar tan gravemente el carácter de los italianos.
G. Franceschini