A Diego Arias Dávila, uno de los favoritos de Enrique IV, Gómez Manrique (14129-1490?) dedicó los Consejos en verso, que son una exhortación al uso moderado del poder, observando con todos, grandes y humildes, las leyes de la justicia, y contienen, como se ha escrito, una noble lección sobre la inestabilidad de las humanas grandezas, la vanidad del mundo y la inconstancia del favor de los príncipes: Gómez Manrique enseña que la paz verdadera del corazón sólo se logra cuando no se aman únicamente las cosas mortales y caducas. Lugares comunes, como puede verse; pero expresados felizmente, con un tono digno y sereno, y con un lenguaje lleno de gracia y, al mismo tiempo, de majestad y de decoro. En cuanto quieren exponer el ideal de una vida política perfecta, los Consejos acaban con una condena de la realidad, tan distinta de aquellos ideales: son un desahogo del alma del poeta que había sido víctima de las injusticias de Don Diego, como el propio Gómez declara en la carta dedicatoria del poema.
A. Viscardi