[Bekenntnisse des Hochstaplers Félix Krull]. Esta novela pertenece al ciclo de obras menores del escritor alemán Thomas Mann (1875-1955), en las que se pone de manifiesto una curiosidad más bien superficial sobre seres y acontecimientos. Por esta época Thomas Mann viene a ser, sobre todo, el intérprete de aquella sociedad alemana anterior a 1914 ya en su declive, tal como nos la ha descrito en su magnífica novela Los Buddenbrook (v.), valiéndose de las experiencias vividas en su ciudad natal, Lübeck. Una concepción irónica de la vida guía por esta época la capacidad de observación y de análisis de Thomas Mann, a través de un lenguaje satírico, ligero y jovial. Se intuye aquí una decidida reacción contra la novela naturalista, junto con el deseo de fijar los rasgos dominantes de aquella sociedad guillermina que tantos cambios había provocado ya en las tradiciones germanas.
La obra debe considerarse como una mera diversión; de todas formas el retrato que en ella hace su autor del estafador Félix Krull no deja de ser altamente sugestivo. Casi podría decirse que Krull viene a ser «producto de la época», un consumado granuja, pero de tanta bondad, simpleza e ingenuidad que se diría que el hombre se ha convertido en estafador contra su voluntad. Hay en el personaje una mezcla de astucia y de simpleza muy sugestiva, que surge, por ejemplo, cuando simula la locura para escapar del servicio militar. Igualmente se revela un soñador, un imaginativo a quien la fantasía le empuja a planear grandes negocios ficticios, siendo él quizás el primer engañado por la excesiva imaginación, que, por otra parte, también sirve de cebo para engañar a otros. El humor con que está escrito el libro y la vivacidad del retrato de su protagonista con el que el autor no consigue mostrarse demasiado severo, hacen de él una lectura agradable y original. La edición de 1937, que incluye también las aventuras juveniles del estafador, da su definitiva fisonomía a la novela que hasta allí quedaba incompleta.