Juan Sebastián Bach (1685- 1750) nos ha dejado 13 conciertos para clavicémbalo: 7 para un clavicémbalo y orquesta; 3 para dos clavicémbalos y orquesta; 2 para tres clavicémbalos y orquesta, y 1 para cuatro clavicémbalos y orquesta. Todos ellos, compuestos de 1729 a 1736, entre los 44 y los 51 años, se pueden calificar de obras dé circunstancias por haberlos escrito, unos en obsequio de sus hijos para las reuniones familiares o amicales en las que se solía tocar música de cámara, y otros destinados a los programas de la Sociedad Telemann que Bach dirigía desde 1729 y cuyo objetivo era hacer conocer la nueva música a los estudiantes de la Universidad de Leipzig. Ello explica la prematura confección que revelan la mayoría y, sobre todo, que más de la mitad de estos conciertos consista, no en partituras originales, sino en transcripciones para clavicémbalo de conciertos concebidos primitivamente para violín de Bach e incluso de Vivaldi. El hecho puede explicarse en parte por una circunstancia de orden histórico de gran importancia: antes de Bach, sólo se habían escrito conciertos para solista y orquesta en obsequio de los instrumentos de arco (tal es el caso de Torelli y de Vivaldi principalmente, que fueron los primeros en transformar el concierto «grosso» en concierto de solista).
Bach se acoge a la fórmula de Torelli y Vivaldi que aplica al clavicémbalo, siendo, pues, con él cuando hace su aparición en la historia de la música el concierto para instrumento de teclado y orquesta. En todas estas obras, Bach conservará siempre la estructura clásica: dos «allegro» encuadrando un movimiento lento. Conciertos para un clavicémbalo y orquesta: El Concierto en sol menor es la transcripción del en la menor para violín. Pero desde este primer ensayo, Bach vuelve a estudiar literalmente la parte de solista, y encuentra el estilo de escritura para teclado que conviene a esta pugna entre el instrumento solista y el conjunto orquestal. El Concierto en re mayor es la transcripción del en mi mayor para, violín, página justamente célebre cuya versión para clavicémbalo posee un carácter solemne y familiar al mismo tiempo. El Concierto en fa mayor es la transcripción del 4 en sol mayor de los Concierto de Brandeburgo que había compuesto para 2 flautas, un violín y orquesta de cuerda. El Concierto en mi mayor no procede de ninguna obra anterior destinada al violín, aunque no por ello es enteramente original, por encontrarse en él elementos de las cantatas «Gott solí allein mein Herze haben» (N. 169) e «Ich geh und suche mit Verlangen» (N. 49).
Los otros tres conciertos que restan son los que se suelen ejecutar más a menudo por razón, sin duda, de su belleza singular y del interés de su escritura. Ciertos musicólogos afirmaron que se trataba de transcripciones de conciertos para violín dé Vivaldi, pero nada ha venido a apoyar esta hipótesis y, actualmente, se consideran, por el contrario, más bien como obras originales. La disputa parece haberse solventado definitivamente, sobre todo por lo que respecta al Concierto en la mayor, que la musicología alemana contemporánea atribuye terminantemente a Bach. Todo permite creerlo así y más si nos fijamos en la pujanza luminosa y heroica de sus dos «Allegros» en los que se engarza un sobrio y patético «Larghetto». El Concierto en fa menor parece constituir en Bach un perfeccionamiento de la técnica del género: el instrumento solista es más independiente y se opone con mayor autoridad al conjunto orquestal; aquí ya se abre paso una concepción netamente moderna del concierto. La escritura de teclado aparece más trabajada y se orienta hacia un evidente virtuosismo. En fin, desde el punto de vista de la forma, este concierto ya anticipa en cierto modo la futura forma-sonata a través de la manera como el músico deja expansionar libremente ideas secundarias, que vienen a oponer sus réplicas a los temas principales.
El Concierto en re menor, célebre entre todos, señala el punto culminante de la técnica de Bach en el orden del concierto. Completa es aquí la libertad de escritura del autor, que maneja el género con una maestría absoluta, lo que le permite confiarle acentos de una fuerza tal que su ejecución al piano puede juzgarse muy bien preferible a la ejecución al clavicémbalo. La parte del solista aparece largamente tratada y desarrollada con amplitud. Respecto al sentimiento, aquí ya es casi romántico, como en el trágico «Adagio» central, con su carácter de recitado dramático, o en los dos «Allegro» extremos avivados por la más poderosa fantasía rítmica. Conciertos: para dos clavicémbalos y orquesta: El Concierto en do menor es la transcripción del Concierto para dos violines de la misma tonalidad. No ocurre lo mismo con el Concierto en do mayor, que ya es obra original y no resultado de una transcripción; incluso es el único del que se conoce exactamente la fecha en que fue compuesto: 1730. Aquí la parte principal corre a cargo del diálogo de los dos instrumentos solistas, y la orquesta se limita a desempeñar el papel de simple apoyo. La forma y el estilo son más libres y hacen brillar el marco vivaldiano que Bach se impone de ordinario: el «Allegro» inicial asume el carácter de la obertura a la francesa; el «Andante» es un «siciliano», y el final una «Fuga» de rara belleza tanto polifónica como armónica.
El tercero, Concierto en do menor, como el primero, es una nueva transcripción del célebre Concierto para dos violines en re menor, pero que no llega a poseer el incomparable e irresistible brillo de este último. Conciertos para tres clavicémbalos y orquesta: Dos de estos conciertos son obras originales. Albert Schweitzer que, aunque haya consagrado parte de su carrera de organista y musicólogo a la defensa e ilustración de la obra de Bach no se muestra entusiasmado con el conjunto de los Conciertos, afirma que estas dos partituras pueden colocarse «entre las más bellas creaciones de Bach». El primero es en re menor y el segundo en do mayor, este último de una fuerza de inspiración y una belleza de escritura que lo empareja con los Conciertos de Brande- burgo (v.). (No en balde se le llama, a veces, «el 7. ° Brandeburgués»). Estos Conciertos para tres clavicémbalos adoptan una forma instrumental muy peculiar que, en realidad, no justifica la denominación de concierto en su sentido habitual, como pugna de uno o varios elementos solistas y el conjunto orquestal. Aquí no hay pugna y los tres solistas toman por su cuenta la palabra limitándose la orquesta a su papel muy reducido de apoyo, sin ninguna intervención en la exposición y desarrollo de las ideas.
Ésta es la razón que induce a Spitta, uno de los primeros y más decididos exegetas de Bach, a afirmar que el conjunto de cuerdas «desempeña simplemente la misión del clavicémbalo de acompañamiento». Concierto para cuatro clavicémbalos y orquesta: En la obra de Bach, sólo este Concierto en la menor ofrece esta estructura instrumental. Se trata de una transcripción del Concierto para cuatro violines en si menor, de Vivaldi, hecha con fidelidad y respetando escrupulosamente la obra del maestro veneciano, sobre todo en el carácter de los temas, el corte ternario del movimiento lento central y la tan característica pulsación rítmica. No hay duda de que un sentimiento de homenaje al músico que admiraba, impulsó aquí a Bach a olvidarse de su estilo para acogerse sólo al de Vivaldi.