Son dos: el Concierto para piano y orquesta en fa menor, op. 21, publicado en 1836, y el gran Concierto para piano y orquesta en mi menor, op. 11, el cual, aunque escrito posteriormente al anterior, fue publicado en 1833. El Concierto en fa menor tiene tres tiempos: «Maestoso», «Larghetto» y «Allegro vivace». El primer tiempo comienza con la exposición, hecha por la orquesta, de todos los temas. Según un procedimiento común en las obras de Fryderyk Franciszek Chopin (1810-1849), cada período es de dos frases de cuatro compases cada una, cada frase contiene un inciso repetido, y cada inciso es de dos motivos. Al primer período, siguen otros tres períodos que preparan la entrada del solista; pero cuando se supone que el instrumento solista se dispone a atacar, por un verdadero capricho de Chopin, hay un retardo de ocho compases, determinado por un dúo de la flauta y el violín. Después, el piano se apodera de los motivos expuestos por la orquesta, en lo cuales intercala numerosos ornamentos y pasajes brillantes. El «Larghetto», en «fa bemol mayor», tiene una frase principal de admirable amplitud, alternándose con un recitativo en tono menor, que es como su antistrofa.
El concierto se concluye con. un «Allegro» ligero y gracioso, en «fa menor», en el que apunta ya aquel carácter que hará de Chopin un «compositor nacional». El gran Concierto en mi menor es muy largo, pero tiene una fuerza de inspiración más débil que el en «fa». Comienza, en el primer tiempo, con una introducción de la orquesta de 138 compases, que expone la primera idea melódica, en «mi menor», y la segunda en «mi mayor». Este segundo tema, expuesto en ocho compases, después de un pasaje gracioso en «do sostenido menor», se resuelve sobre la tónica. La parte del piano es menos brillante y más monótona que en el concierto en «fa». El segundo movimiento es una «romanza» en «mi mayor», un poco melancólica, de puro estilo romántico y de una cantabilidad que hace pensar en un aria de ópera. El último movimiento es un «Rondó» en «mi mayor». Toda la exposición está hecha de modo desnudo y casi esquemático por la orquesta, en «do sostenido menor».
El piano se apodera después de los motivos, los repite y dibuja arabescos en un ritmo alegre y bien marcado, que distingue netamente este tercer tiempo de los dos precedentes. Es graciosísimo el juego entre la orquesta y el piano, que en tonalidades diversas alternan la exposición de la melodía principal, la cual sólo en los últimos compases se concluye con una larga «cadenza» en «mi mayor». El concierto, para Chopin, no es una forma sinfónica como para Beethoven y Mendelssohn; es más bien una sonata en la que la orquesta tiene el cometido de presentar los temas, mientras el desarrollo de éstos es confiado exclusivamente al instrumento solista, con la evidente preocupación de hacer brillar las dotes de virtuoso del ejecutante. A pesar de esto, los dos Conciertos de Chopin revelan sus rasgos característicos: genialidad de invención, color deslumbrante y riqueza de motivos.
F. Fano
Aquí todo pertenece al más bello estilo de su autor. Se diría que el «Larghetto» expresa una irreparable desgracia caída sobre el corazón humano ante un incomparable esplendor de la naturaleza. Este contraste es sostenido por una fusión de sones, por un sucederse de medias tintas, que impide que cualquier choque turbe aquella conmovedora impresión, por la cual la alegría se torna melancólica, y el dolor sereno. (Liszt)