Con el «Águila» hacia el Polo

[Med 0rnen mot Polen]. Obra editada en 1930 por cuenta de la Sociedad Sueca de Antropología y Geografía, en la que se narra la expedición del explorador sueco Salomon August Andrée (1854-1897), primer explorador que intentó, en 1897, alcanzar el Polo Norte por vía aérea, en un globo li­bre. Tras la partida de las Spitzberg, el 11 de julio de 1897, no se supo nada de Andrée ni de sus dos compañeros (Nils Strindberg y Knut Frankel), hasta que, en 1930, la tri­pulación de una ballenera noruega, la «Bratvaag», descubrió por pura casualidad los despojos de los tres exploradores y re­cuperó casi intactos sus diarios, sus libros de memorias y hasta el material fotográfico, que pudo ser en parte revelado, después de pasados sus buenos treinta años. Basándose en estos documentos, fue posible reconstruir la expedición. Un grave incidente señaló el comienzo: habiendo perdido inmediatamente después de la partida los cables de remol­que que debían mantener el globo a una altura media de 150-200 metros, el «Águila» elevóse durante el primer día a una altura mayor de 600 metros, pero en los días si­guientes bajó casi a ras de tierra, de modo que los tres aeronautas se vieron obligados a abandonar el globo, desembarcando sobre el «pack» (el 14 de julio), a la distancia de más de trescientos kilómetros de la tierra firme.

Comenzó entonces el calvario: en la marcha sobré el hielo sufrieron toda clase de incidentes, entre los que el mayor obs­táculo fue el marchar a la deriva. Tras ha­ber intentado por dos veces cambiar inútil­mente de dirección, los tres decidieron por fin establecerse sobre un gran bloque de hielo y construir en él una cabaña para pasar el invierno. Pero transportados por la corriente con velocidad extraordinaria, hasta la «Isla Blanca» (Spitzberg), la pre­sión del hielo les obligó a abandonar el bloque agrietado y establecerse sobre la tierra firme (5 de octubre). Lo que pudie­ron hacer los tres sobre la «Isla Blanca» es todavía un misterio, porque en este punto terminan las anotaciones diarias; probable­mente fueron sorprendidos por el frío, al no estar bien equipados para pasar el in­vierno, y murieron. A la narración de la ex­pedición Andrée, sigue la de las dos expe­diciones que la buscaron y que descubrie­ron los restos del último campamento; y al final del volumen, se publican íntegramente los diarios hallados. La expedición Andrée fue la primera que osó lanzarse por el mar polar con un medio aéreo; y hay que lle­gar hasta el 1925, para que, con la expedi­ción Amundsen, se repitiera una tentativa del mismo género, pero dotada con medios mecánicos mucho mejores. La narración tiene por eso gran importancia en la histo­ria de las exploraciones y los diarios de Andrée, tan trágicamente interrumpidos, tienen el valor de una experiencia audaz.

P. Gobetti