Cómo Encontré a Livingstone, Henry Morton Stanley

[How I Found Livingstone]. Célebre obra del explorador norteamericano Henry Morton Stanley (1841-1904), publicada en 1872. Es la historia del viaje, realizado por el au­tor, desde el Océano índico a los lagos ecua­toriales, en busca del doctor Livingstone, que habiendo partido algunos años antes para explorar la cuenca del alto Congo, ha­cía tiempo que no daba señales de vida. Lle­gado en 1869 a Zanzíbar, tras algunos días de tempestuosa navegación, el explorador americano reclutó los hombres y los solda­dos necesarios para marchar hacia el inte­rior, y con la protección y ayuda del sultán de Bagamoyo, partió dirigiéndose hacia el lago Tanganica, desde donde Livingstone había mandado sus últimas noticias. Las no­tables dificultades de la marcha por terreno malsano y pantanoso, se hicieron mayores con la inexperiencia de Stanley y de sus compañeros ante las sorpresas y dificultades del Continente Negro. A veces, grandes po­blados habitados por algún sultán o sulta­na, les permitían reposar y reponerse de víveres, pero hubo poblado en que la hos­tilidad de los nativos les obligó a marchar rápidamente.

La caravana avanzó así, a la ventura, pidiendo a los indígenas informa­ciones sobre Livingstone: todos conocen al hombre blanco que cura las enfermedades, pero sólo dan de él noticias vagas e impre­cisas. Obligados muchas veces a rodeos in­terminables, bordeando lagos y montañas, los exploradores pasaron por momentos terri­bles, sufriendo hambre, sed y todo género de privaciones. Pero tantas fatigas no que­daron sin fruto. Al llegar a las orillas del lago Tanganica, encontraron unos negros procedentes de Ujiji, que refirieron que a pocas jornadas de allí habitaba un europeo con barbas y cabellos blancos. Las pocas jornadas que separaban a Stanley de Ujiji fueron devoradas y hacia la noche del tercer día, tuvo lugar el encuentro de los dos gran­des exploradores. En los días que permane­cieron en Ujiji, Livingstone narró a Stan­ley todas sus peregrinaciones en el África central, mientras Stanley le habló de Europa, de la política .mundial y de sus amigos de Inglaterra. Aunque enfermo y cansado, Li­vingstone no quiso aceptar la propuesta de Stanley de regresar a Europa con su cara­vana, y se quedó, dispuesto a consagrar los pocos años que le quedaban de vida a la exploración de otra parte del continente ne­gro. Consintió solamente en acompañar a la expedición en el viaje de regreso hasta Unguela, donde los dos exploradores, profun­damente conmovidos, se separaron. Aunque esta expedición no tuvo la importancia ni la resonancia de la siguiente (v. En el Áfri­ca tenebrosa), fue, sin embargo, utilísima, porque hizo conocer a Stanley por primera vez la verdadera África, y con el ejemplo de Livingstone, le impulsó por el camino de las grandes expediciones africanas.

F. Dusi