[Maikäferkomódic]. Escena idilicohumorística de Joseph Viktor Widmann (1842-1911), publicada en 1897. Austríaco de origen y suizo por educación, durante treinta años redactor literario del «Bund» de Berna, Widmann, después de diversas tentativas que le permitía la variedad de su cultura, alcanzó en una de ellas su peculiar poesía, inspirada en la vida de los animales, seguramente su más propia nota personal. Era por los años en que la Vida de los insectos (v.), de Fabre, y la Vida de los animales (v.), de Brehm, constituían una de las lecturas predilectas del mundo intelectual burgués, y Widmann, íntimamente burgués — a pesar de su adhesión a la filosofía de Schopenhauer y de su sensibilidad por algunos motivos románticos —, encontró en ellas adecuada materia para el tono espontáneo de su imaginación, alcanzando una obra poética, si no alta, sí inspirada, coloreada y amable. Los abejorros, con su embriaguez de primavera, con su breve vuelo en el aire azul bajo el azul del cielo y con su modesta condición de «coleópteros escarabeos filófagos» y con su rápido y mísero fin, le parecen al poeta un poco así como el símbolo de las ilusiones humanas, pero el parangón no está explícitamente tratado, queda implícito en la «humanidad del acento» de sus palabras, o bien está — pero sólo indirectamente — sugerido por la representación ágilmente satírica y de coloreado realismo del mundo humano que allí aparece durante la duración de la breve estación. De la coexistencia de una fraternidad interna de destino y del externo contraste aparencial de los dos mundos, salen a veces situaciones originales, con frescos chorros de inspiración: algunos episodios, como la salida de los abejorros de la tierra, tras el largo torpor invernal «hacia la admirable y vana aventura de la vida», o como la despedida última del «rey» desconsolado y desilusionado, conservan hoy toda su vivacidad emotiva; sobre todo sugestiva es aún hoy la atmósfera que en toda la obra se respira; una atmósfera de sinceramente humilde, de casi franciscano «amor hacia todas las criaturas».
G. Gabetti