[Chaconne]. De las piezas de este nombre es sobre todo, célebre la de Johann Sebastian Bach (1685-1750). Escrita como último tiempo de la segunda «Partita en re menor» para violín solo (v. Partitas), compuesta en torno al 1720, es muy a menudo ejecutada como obra suelta, y como tal ha dado origen a numerosas transcripciones de todo género.
La Chacona de Bach, sobresale, en efecto, notablemente por encima de la propia «Partita» (construida según la estructura regular «Allemande – Courante – Sarabanda – Giga»). Según Philipp Spitta debe considerarse más como apéndice que como último tiempo, ya que la «Partita» propiamente dicha termina con la «Giga». En realidad, ante esta pieza colosal que incluso en tamaño supera a las cuatro precedentes juntas, éstas parecen sólo un rico preámbulo. Se tiene, en efecto, casi la impresión de que Bach, después de haber compuesto una «suite» o «partita» (como siempre, de factura magistral, aunque no de las más geniales artísticamente), se ha elevado con un vuelo repentino a la máxima altura de su inspiración, componiendo otro tiempo de danza, el cual, ejecutado aisladamente, se alza como un bloque granítico que se basta a sí mismo y es perfecto. En el ritmo y en la forma general la Chacona de Bach no se aparta del esquema acostumbrado, que es el de danza de aire severo según el tipo de la «passacaglia», de compás ternario, con un tema inicial de ocho compases y una serie de variaciones inmediatamente ligadas unas con otras.
Esta forma había sido ya cultivada antes de Bach en la literatura violinística. El ejemplo más insigne, es la Ciaconna [Chacona] de Tomaso Antonio Vitali (músico boloñés de la segunda mitad del XVII) llamada por algunos «Passacaglia», no sabemos con qué fundamento, puesto que la forma de danza de este nombre se suele caracterizar por un «bajo obstinado», o sea la repetición continua del tema en el bajo (cfr. Pasacalle para órgano, de Bach) que evidentemente en el violín es imposible o casi imposible de ejecutar. Ésta y otras composiciones parecidas eran, sin embargo, para violín con acompañamiento de bajo. Bach fue el primero y, se puede decir, el único en concebir el violín como instrumento capaz de rica polifonía. Acerca de la estructura de la Chacona se ha observado que los esporádicos retornos del tema inicial — aunque ligeramente alterados —, característica del mismo Bach y de otros autores, están derivados de la forma «rondó». Si bien la longitud de las variaciones está siempre mantenida dentro de los mismos límites, cada una de ellas pasa a las otras con admirable naturalidad y fluidez.
En las variaciones se introduce primero un sentido discursivo sosegado o alternativamente más movido y brioso; y hacia la mitad un tono de sublime tristeza meditativa que después se amplifica en sonoridades poderosas y sinfónicas; hasta que se llega al trozo en «re mayor», de claridad solar, en que la inicial dulzura melódica se eleva a un arrebato de alegría aunque siempre con fondo religioso, con carácter, podríamos decir, de himno y a la vez de epopeya. Después se vuelve al tono «menor» y al carácter meditativo; un último «crescendo» conduce a la conclusión, en la cual se repite el tema inicial con alguna variante y con mayor solemnidad. La composición es perfecta desde el punto de vista constructivo y expresivo, por la riqueza armónica y polifónica, en que el virtuosismo del violín llega a sus más altas cumbres, y podríamos decir, que trasciende los mismos valores técnicos para resolverse en pura poesía de sonidos.
La Chacona de Bach por sus infinitas posibilidades de amplificación y de relieve sonoro, tenía que interesar a muchos músicos que la transcribieron, y algunas veces la rehicieron completamente. Típica, en este aspecto, es la transcripción para piano de Ferruccio Busoni (1866-1924), que es, sencillamente, la más bella y expresiva por la fusión perfecta entre el original y la fantasía recreadora del gran pianista-compositor (v. también Transcripciones de Busoni). Entre otras transcripciones recordamos la de Johannes Brahms (1833-1897), también para piano, que viene a ser un ejercicio bastante árido para la mano izquierda sola; la de Joachim Raff (1822-1882), para orquesta; la de Alfredo Casella (n. 1883), etc.
F. Fano