[Vorlesungen über dramatische Kunst und Literatur]. Curso profesado por August Wilhelm von Schlegel (1764-1845) en Viena en 1809 y publicado en Heidelberg en el mismo año.
Se inicia con la distinción entre lo clásico y lo romántico, que Schlegel ilustra con ejemplos eficaces, en los contrastes entre el Panteón y la Abadía de Westminster, entre una tragedia de Sófocles y una de Shakespeare. Caracterizando al mundo clásico como «mundo de la alegría serena», analiza la Edad Media en sus elementos fundamentales: Cristianismo, caballerosidad, culto a la mujer, sentimiento del infinito, espera del otro mundo, llegando a la famosa definición: «Cuando el alma descansa como a la sombra del sauce llorón de su destierro y anhela la patria lejana, ¿cuál puede ser el motivo fundamental de su canto, sino la melancolía? Así es; y mientras la poesía de los antiguos (clásica) era la poesía de la posesión, la moderna (romántica) es la poesía de la nostalgia (Sehnsucht»). Al teatro clásico o imitador de los clásicos dedica quince lecciones; desde la segunda a la decimosexta. En la quinta se encuentra el famoso tratado sobre el «Coro» que determinó una de las actitudes de Manzoni, como él mismo nos dijo en el prólogo al Conde de Carmagnola (v.).
En toda esta parte del curso analiza con gran agudeza las obras de los tres mayores trágicos griegos, las comedias de Aristófanes y, más adelante, las de los latinos. La decimosexta clase la dedica a los «clásicos italianos», desde Alfieri y Metastasio hasta Goldoni y Gozzi. La decimoséptima lección trata de la cuestión de las tres unidades aristotélicas. Siguen seis lecciones sobre teatro francés: los trágicos, Moliére, los menores. Cumplido de esta manera el examen del teatro clásico o imitador del clásico, Schlegel llega al teatro romántico, que divide en inglés y español (al alemán, todavía joven, no le dedicará más que las dos últimas lecciones). Neta es la distinción entre el teatro clásico y el romántico, pues el segundo, no sólo es moderno y cristiano, sino que además no se somete a las leyes aristotélicas, y «no respeta, como el clásico, la separación entre los opuestos», complaciéndose en cambio en mezclas indivisibles: naturaleza y arte, poesía y prosa, seriedad y broma, recuerdo y presentimiento, espiritualidad y sensualidad, lo terrenal y lo divino, vida y muerte; y mientras el arte clásico «es casi un rítmico nomos, una armónica anunciación de las leyes perennes en un mundo bien ordenado, que refleja en sí mismo los eternos arquetipos de las cosas», el arte romántico es, en cambio, «la expresión del secreto anhelo del caos continuamente en el penoso esfuerzo de partes nuevas y maravillosas», de manera que «el espíritu animador del divino amor inicial vuelve a aletear sobre las aguas».
Y si el clásico es «más sencillo, más claro y más parecido a la naturaleza en la autónoma perfección de sus obras», el romántico, «pese a su aspecto fragmentario, se halla más cerca del misterio del universo» (lección 25). Shakespeare, que es el genio y la expresión más alta del teatro romántico, es tratado en seis lecciones, que llevan el sello de la excepcional sensibilidad que Schlegel revela también en su célebre traducción; tres lecciones las dedica a los ingleses menores. Siguen las lecciones sobre Calderón y Lope de Vega. El curso se impuso a la atención de toda Europa, enunciando en forma clara y elocuente principios e ideas que hoy en día pueden parecer en parte obvias y en parte superadas, pero que entonces eran nuevas y atrevidas. Traducido en seguida al inglés, al francés y al holandés, y más tarde a todos los idiomas europeos, tuvo resonancia no sólo europea, sino también mundial. Al italiano lo tradujo Gherardini (Milán, 1817), y a través de Manzoni, adquirió en seguida una importancia capital para los ulteriores desarrollos de la literatura italiana.
B. Allason
Schlegel se daba cuenta de que si hubiera vivido en la época de Moliére, éste se habría burlado de él. (Goethe)