Los veinticuatro sermones que San Cirilo de Jerusalén (3159-386), todavía sacerdote, pronunció en Jerusalén, entre los años 347-348, son uno de los monumentos más preciosos de la antigüedad eclesiástica. Especialmente las últimas Catequesis, las llamadas «mistagógicas», son de la mayor importancia para la historia del dogma y de la disciplina sacramental católicos. Muchas veces sometidas a un severo examen por parte de críticos extra católicos que han intentado impugnar su autenticidad, han vencido todos los ataques, y hoy aparecen de una autenticidad indiscutible. Llamábanse catequesis las instrucciones dadas a los catecúmenos candidatos al bautismo, elegidos para recibir su iniciación en la vigilia de Pascua. Tales instrucciones se daban todos los días a partir de la primera dominica de Cuaresma, excepción hecha de los sábados y domingos. El tema de las explicaciones eran los principales textos de la Sagrada Escritura, el símbolo apostólico y los sagrados misterios. La catequesis de introducción da a Cirilo ocasión magnífica para exponer, con una elocuencia sobria y conmovedora, el valor insigne de la próxima iniciación bautismal, que sus oyentes van a recibir. La primera catequesis desarrolla y recalca los principios formulados en la catequesis preliminar. La tercera pone de relieve los efectos saludables de la iniciación bautismal. La cuarta ofrece un esquema sintético de los principales dogmas de la fe cristiana, al paso que la quinta analiza con exquisitos detalles psicológicos y religiosos el valor y alcance de la fe. Las catequesis que siguen, desde la sexta hasta la decimoctava, explican, siguiendo una línea continua, cada uno de los incisos del símbolo bautismal, tal como era profesado y recitado por la Iglesia de Jerusalén en los primeros decenios del siglo IV. Las cinco catequesis últimas, mucho más breves que las precedentes, dadas a los neófitos después de haber recibido los sacramentos, son las llamadas catequesis místagógicas porque tienen por objeto iniciar a los oyentes, que han seguido, a través del largo noviciado cuaresmal, a su catequista, en las más altas verdades acerca de los misterios cristianos, de la liturgia y de las realidades sacramentales. Desde el punto de vista de la teología ortodoxa católica, las Catequesis de Cirilo de Jerusalén son de una singular importancia apologética por constituir un testimonio precioso e inapelable, por ejemplo, de la doctrina de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
E. Buonaiuti