Importante documento de la vida social del siglo XVIII son las Cartas de Ferdinando Galiani (1728- 1787), escritas en francés para sus amigos de París con el fin de exhibir, en una nueva forma de conversación, después de su llamada a Nápoles, el vigor y la inteligencia que le dieron fama en los salones más cultos de Europa. La Correspondencia [Correspondan- ce] del abate se convirtió pronto en modélica por su manera de tratar todas las cuestiones desde la economía a la moral, desde la guerra a la literatura y las mujeres; compilada primero en París, aumentada después por Serieys en 1818 y por Salfi y Barbier en 1819, obtuvo una mayor sistematización, sobre todo en la edición de Percy (pseudónimo de una tal Herpin) y de Maugras, hecha en 1881, sobre los textos originales; es notable por su comentario la edición de Asse, del mismo año. El donoso y reflexivo escritor, singular «Arlequín (sería mejor decir Polichinela) con la cabeza de Maquia- velo» tal como lo definió Marmontel, entabla desde la lejana Nápoles una copiosa correspondencia con Madame d’Épinay, Necker y Geoffrin y con d’Alembert, Diderot, Grimm, De Sartine y d’Holbach. La parte más extensa de esta correspondencia, formada por las cartas a Madame d’Épinay, constituye una mina de anécdotas y referencias, tanto acerca de la vida cortesana como de la sociedad (especialmente con el propósito de considerar el reino de Nápoles dentro de la órbita de las reformas francesas, pero sin los excesivos prejuicios de los «hombres de sistema», y las numerosas abstracciones enciclopédicas).
Desde la primera carta, escrita en París el 2 de febrero de 1765, hasta la última, enviada desde Nápoles el 22 de septiembre de 1781, las más variadas curiosidades e intereses se entrelazan incesantemente en una conversación continuada durante aquella larga ausencia con tenacidad verdaderamente ejemplar i Este epistolario constituye, de por sí, una obra fundamental para el conocimiento del siglo, y al completarse con el de su ilustre corresponsal (v. Cartas a Galiani, de Madame d’Épinay), muestra casi día por día la transformación de la sociedad en contacto con las ideas nuevas, en el choque con las reformas propuestas, en la espera de los nuevos tiempos. En las cartas a sus amigos, el abate trata, con verdadera ausencia de prejuicios, de varias cuestiones del momento, entregándose con preferencia a reflexiones filosóficas o brillantes discusiones. En cambio, en las dirigidas a su amiga lejana, se expansiona al calor de una suave intimidad mezcla de inteligencia y galantería. Habla de sus estudios de las ideas de los filósofos, de los viajes de Bougainville, del modo de criar a los gatos, de Grimm, de otros temas del momento; y también de las nuevas teorías filosóficas y políticas, da consejos y discute las cartas recibidas, ofreciendo un vastísimo material a la observación del historiador de las costumbres y al investigador de la vida social de aquellos años que iban preparando la Revolución. Nuevas cartas publicadas de cuarenta años a esta parte por Fausto Nicolini, principal comentador de Galiani y editor de Madame d’Épinay, hacen suponer no lejano el momento en que una edición completa y provista del necesario comentario pueda devolver a Italia la obra fragmentaria y compleja de uno de sus escritores más geniales.
C. Cordié
Las Cartas de Galiani son lo que era él; escritas con una sencillez y una elegancia que ya hemos perdido. (Diderot)
El hombre más profundo y quizá también el más soez de su siglo; mucho más profundo que Voltaire y, por consiguiente, mucho menos palabrero. (Nietzsche)