[Ludwigslied]. Poema épico en versos de cuatro pies con rima final, en antiguo alto alemán y precisamente en dialecto francorrenano, compuesto en los años 881-82. El manuscrito fue descubierto en Valenciennes por Hoffmann von Fallersleben. El autor debió de ser un eclesiástico o un seglar de cultura eclesiástica. La obra debe considerarse como el primer poema histórico en lengua alemana. El contenido trata de la victoria que el rey franco Luis III obtuvo el 3 de agosto del 881 cerca de Sathalcurtis (Saucourt), en el Flandes francés, sobre los normandos. Esta glorificación de su empresa debió de haber sido escrita inmediatamente después del mes de agosto del 881, porque en él figura aún vivo, y su muerte ocurrió el 5 de agosto del 882. Después de la simple introducción «Einan kuning weiz ih, heizsit her Hludwig» («Yo conozco a un rey, él se llama Luis»), se cuenta la infancia del héroe: pronto muere el padre (Luis el Tartamudo, 879), pero Dios protege al huérfano. Luis divide el reino con su hermano Carloman. Luis escucha la orden divina de guerrear contra los normandos, empuña el estandarte y repite a su gente el mismo mandato del cielo: «Nu willih thaz mir volgon Alie godes holdon» («Ahora quiero que me sigan todos los héroes de Dios»).
Audaces y confiados en Dios, siguen los francos al joven caballero, y todos cantan a coro: «Kyrie eleison». La superioridad combativa del rey, que es el más valeroso entre los valerosos, le da la victoria, y el enemigo ha de conocer el amargo sabor de la derrota. Cierran el poema un himno a Dios y a los santos, y votos por el vencedor guerrero de Dios. «Valerosos fueron los francos, pero el más valeroso de todos fue Luis: Dios lo conserve en su gracia». Luis, el rey franco y cristiano, combate «por el mayor honor de Dios»; este es un pensamiento de la época carolingia que, además de los elementos germánicos, posee aquellos de la antigüedad y del Cristianismo. La glorificación del héroe está hecha al modo de los germanos, quienes para cada una de las grandes gestas de sus guerreros usaban una especial forma poética, esto es, el elogio; tal es el Carmen de Ludovico. Pero la mezcla del elemento cristiano aparece evidente de pronto por la dirección que asume la glorificación, la cual, más que al héroe terrenal, se dirige al Dios del cielo que gobierna las cosas humanas. También este poema, que tan humanístico parece en la exaltación de una poderosa personalidad, es, por el contrario, religioso y típicamente medieval.
M. Pensa