[Hildebrandslied]. Es el único cantar conocido en alto-alemán antiguo (pero con muchos rasgos bajo-alemanes) que contenga una leyenda épica de la edad de las invasiones bárbaras. Su composición asciende probablemente a la segunda mitad del siglo VIII y se conserva en una transcripción del año 809 aproximadamente. Entre los dos ejércitos enemigos de Teodorico y de Odoacro, se encuentran, desafiándose a singular combate, Hildebrando y Adubrando. El primero, que es viejo y experimentado del mundo, pregunta a su antagonista a qué estirpe pertenece, el nombre de algún consanguíneo suyo: «pues con que me nombres uno conoceré a los demás». Adubrando contesta: «Los ancianos me han dicho que mi padre se llamaba Hildebrando; mi nombre es Adubrando. Hace mucho tiempo, mi padre se separó del rey de los hunos, huyendo del odio de Odoacro, junto con Teodorico y muchos de sus guerreros». Y continúa narrando lo que oyó decir de él: que era hombre de confianza de Teodorico, muy contrario a Odoacro, siempre dispuesto a la lucha, pero que debe de haber muerto ya. Hildebrando, invocando a Dios por testigo, le asegura que no se ha encontrado nunca con un pariente tan próximo; y le ofrece regalos.
Adubrando replica incrédulo y provocativo : «Con la espada deben recibirse los regalos, punta contra punta. Eres astuto, viejo huno; Hildebrando ha muerto». Entonces dice Hildebrando: «¡Ay de mí!, señor Dios, está a punto de ocurrir una desgracia. Sesenta veranos e inviernos pasados en el destierro y ahora mi propio hijo me herirá con la espada o yo me convertiré en su matador». El encuentro es ya inevitable, el fiero duelo empieza, pero no sabemos cómo acaba, porque el poema no nos ha llegado íntegro. El Cantar de Hildebrando es breve como los edictos, narrativo y dialogado al mismo tiempo, y da una viva idea de la poesía heroica germánica en su forma más antigua llegada hasta nosotros. La acción está captada en el momento en que se convierte en tragedia, de ahí una extrema sencillez de composición: dos antagonistas que se enfrentan para una lucha a vida o muerte. La parte central, dialogada, está precedida por una breve introducción narrativa y termina de una manera asimismo narrativa.
V. Santoli
* En la baja Edad Media este asunto fue recogido, por un poeta popular, para un canto (conocido por el Canto ordenado de Hildebrando) muy difundido en alemania y en los Países Bajos, según lo prueban manuscritos del siglo XV e impresiones populares del XVI y XVII, cuyos últimos testimonios llegan hasta el siglo XVIII. Reflejo de épocas de más sentimiento religioso, este canto popular ha transformado el trágico encuentro entre el padre y el hijo en una escena de reconocimiento a la que sigue la vuelta a la casa paterna, donde la vieja Ute puede abrazar finalmente al esposo, después de tantos años.
V. Santoli