[Bruges la morte]. Novela del escritor belga George Rodenbach (1855-1898), publicada en 1892. Hugo Viane ha perdido a su mujer, a la que le unía una perfecta comunión de almas y pensamientos. Para vivir con su recuerdo va a establecerse en Brujas, porque le parece reconocer en aquella ciudad, de donde se ha retirado el estremecimiento del mar, una semejanza con su mujer muerta. En los canales «persigue la imagen de su semblante de Ofelia y, en el canto suave y lejano de las campanas, el eco de su voz». Vive en una casa llena de retratos y recuerdos de la difunta, donde custodia, como una reliquia, su trenza color de ámbar, encerrada en un relicario de cristal. Una noche, por las intrincadas calles de Brujas, encuentra a la mujer amada en la cara de otra mujer que se le parece extrañamente. Hugo hace de ella su amante, pero Jane es una bailarina bulliciosa, alegre, vulgar. Sin embargo, loco por ella, Hugo soporta sus caprichos e incluso los engaños, que hacen murmurar y reír a la ciudad chismosa. Insolente y burlona, Jane, pasando de una habitación a otra, observa los retratos, los examina, toca los objetos tan venerados hasta entonces y, descubriendo la trenza, la coge y, burlándose, se la arrolla al cuello.
Hugo le grita que la deje y como ella se niega, súbitamente enloquecido, aprieta ferozmente la trenza y estrangula a la mujer que muere así por haber tocado el objeto «que, profanado, se había convertido en instrumento de muerte». Brujas la muerta llamó la atención del público sobre la ciudad que parece ser la verdadera y más viva protagonista, con sus torres, sus campanas, sus canales por donde se deslizan los cisnes. La novela, poblada de visiones, impregnada del sentido de la muerte y del fatalismo, responde al gusto simbolista, incluso por sus refinamientos decorativos, por las continuas alusiones a los secretos ligámenes entre el alma y las cosas. En su tiempo tuvo un gran éxito y fue muy apreciada también por Maeterlinck, sobre quien el arte de Rodenbach, con el que fueron a confluir ciertas modalidades de Verlaine y de Laforgue, tuvo una notable influencia. [Trad. española de N. Salvatierra (Barcelona, 1944)].
M. Zini