Bayaceto, Jean Racine

[Bajazet]. Tragedia en cinco actos de Jean Racine (1639-1699), represen­tada en París en 1672. Personajes princi­pales: Bayaceto (v.), hermano del sultán Amurates, Rosana, favorita del sultán, Atalida, Acomat, gran visir. La acción se des­arrolla en Constantinopla, en el Serrallo. Mientras Amurates está sitiando Bagdad y su hermano está por orden suya preso en el Serrallo esperando ser ejecutado, Rosana se ha enamorado del joven. Ha procurado su encuentro y favorece sus amores Aco­mat, que piensa elevar al trono a Bayace­to, asegurándose mayor autoridad bajo el nuevo sultán. Bayaceto finge corresponder al amor de Rosana, pero ama a Atalida, que para salvarlo hace de intermediaria entre ellos. Antes de decidirse contra Amurates, Rosana quiere que el joven se case con ella; él duda, se resiste y ella, airada, pare­ce a punto de obedecer las órdenes de Amu­rates, pero Atalida le suplica que siga fin­giendo. Rosana vuelve a estar a su lado, Atalida está resignada a perderlo con tal de que viva; sólo que Bayaceto no sabe continuar la ficción y la sultana sospecha tener en Atalida una rival. Revelándole que un mensajero llegado del campo de ba­talla repite la orden de matar a Bayaceto, obtiene la confirmación, antes aún de que llegue a sus manos un billete de Bayaceto a su amada.

En adelante Rosana está deci­dida a castigarle obedeciendo así a Amu­rates. El visir, informado de todo, desilusio­nado también en eso, pues Atalida debía ser el premio de su victoria, no desespera aún, porque Rosana no ha matado todavía a Bayaceto y continúa amándole. La sultana hace una última prueba: vuelve a ofrecer salvarle con tal de que se case con ella y mate a Atalida. Bayaceto rehúsa indignado, pidiendo la muerte para él, y lo mismo hace Atalida. El visir entra en el Serrallo con gentes armadas, para elevar al trono a Bayaceto. Pero éste ha sido ejecutado por orden de Rosana, quien ha sido muerta por el mensajero de Amurates que, desde lejos, estaba informado de todo. Atalida se mata. Acomat intenta una resistencia desesperada contra el sultán que va a llegar. Por única vez, dejando los temas antiguos, Racine sus­tituyó la lejanía en el tiempo por la de lu­gar y la singularidad de las costumbres, po­niendo en escena un hecho ocurrido en 1637 y que el conde de Cézy, embajador en Cons­tantinopla, narró a su vuelta. El autor bus­có también libros y relaciones para ser fiel a la historia y a las costumbres de los turcos. Sin que pueda hablarse de color local, el clima del Serrallo, cerrado y am­bicioso, se advierte en el drama, ahogado y sanguinario. Rosana es la más fiera, deci­dida y salvaje entre las amantes racinianas; Acomat es un político finísimo y sin prejuicios, con huellas de fatalismo orien­tal. El reproche, a menudo repetido al autor, de haber hecho a los turcos dema­siado franceses, puede extenderse sólo a Bayaceto y en parte a la tierna Atalida. Truculenta y sanguinaria, la obra es tam­bién, como las demás de Racine, un estudio lineal y seguro de almas, poco refinadas y muy elementales. [Trad. española de Ra­món de la Cruz (Barcelona, 1769)].

V. Lugli

Hacerse familiar a las voces de Racine, darse cuenta de una vez para siempre de su intensidad, de su belleza y de su profundi­dad, es haber aprendido un nuevo goce, haber descubierto algo exquisito y esplén­dido, haber ensanchado los gloriosos con­fines del arte. (Strachey)

*   También esta tragedia de Racine, como tantas otras, fue repetidamente puesta en música durante el siglo XVIII, sin encon­trar nunca un compositor que supiese convertirla en ópera concreta y duradera. Con el título de Baiazet se recuerdan las óperas de Francesco Gasparini (1668-1727), repre­sentada en Venecia en 1719; de Egidio Ro­mualdo Duni (1709-1775), terminada en Italia en 1732; de Leonardo Leo (1694-1744), Nápoles, 1736; de Gioachino Cocchi (1715- 1804), Roma, 1746; de Niccoló Jommelli (1714-1774), Turín, 1753; de Andrea Bernasconi (1706-1784), Munich» 1754; de Pietro Generali ( 1782 – 1832 ), Turín, 1814; y de John Westmorland, Florencia, 1821.