Batalla de Maldon

[The Battle of Maldon]. Pequeño poema épico- histórico anglosajón de época y autor des­conocidos, que lleva también este título: La muerte de Byrhtnoth. Nos queda casi completo en la publicación de Th. Hearnius [Johannis Glastoniensis Chronica, Oxonii, 1726, pp. 570-7], habiéndose quemado el manuscrito original en el incendio de la Biblioteca Cottoniana de 1731. En el año 991, una flota de noventa y tres buques corsa­rios de vikingos recorrió el río Panta (aho­ra Blackwater), pero encontró la resistencia de un pequeño grupo de sajones de Essex, guiados por el viejo y valeroso «ealdorman» (jefe) Byrhtnoth. La batalla fue encarniza­da y los heroicos sajones fueron derrotados y exterminados a causa de la preponderan­cia del número y de la muerte de su jefe. El canto nos presenta a Byrhtnoth que reúne sus héroes y da una altanera contestación a un mensajero de los piratas, el cual ha ve­nido a exigir un tributo; él se declara pre­parado para la lucha, sin miedo, y para la victoria. Vikingos y sajones se aprestan a la pelea, separados por la corriente del Pan­ta, invadeable a causa de la alta marea. Dos valientes, Aelfere y Maceus, defienden de tal manera el puente que el jefe de los enemigos, comprendiendo que no podrá nunca cruzar, para conseguir ventaja en la lucha, pide poder tener libre el paso.

Byrhtnoth, demasiado confiado en sí mismo y en los suyos, lo permite, y los vikingos cruzan libremente el río y se disponen en orden de batalla. Empieza una pugna en­carnizada y el jefe de los sajones, después de haber matado a los enemigos más fuer­tes, ya gravemente herido, no pudiendo aguantar ni defenderse, da gracias a Dios por su vida y le pide misericordia, mientras los vikingos cobardemente le apuñalan y matan a los que lo defienden. Algunos, in­citados por un traidor, huyen, pero el grupo de los que restan juran vengar al amado jefe y todos luchan, exhortándose mutua­mente y compitiendo en valor y habili­dad. El pequeño poema acaba citando el nombre de los más importantes héroes, atribuyéndoles las mayores virtudes; esta parte recuerda, por su épica sencillez, la batalla homérica por el cadáver de Patroclo. El viejo guerrero Byrhtnoth, que ríe cuando está herido y, a punto de morir pide a Dios la salvación de su alma, hace pensar en Roldán moribundo en Ronces- valles. El espíritu que anima a los héroes de la batalla de Maldon, y que seguramen­te ha influido en las canciones guerreras de Tennyson (The Battle of the Baltic y The Siege of Lucknow), es típicamente nacional, expresión histórica del odio invencible que se profesaban entonces sajones y vikingos.

G. Lupi