Autos Sacramentales de Antonio Mira de Amescua

En este gé­nero, el autor guadijeño es en lo funda­mental un discípulo de los Autos (v.) de Lope, si bien, como Tirso, anticipa la pene­tración teológica de Calderón. Parte Ames­cua de tramas muy sencillas y de motivos medievales y sentimentales, como en Pedro Telonario, que es en donde deja sus mejores ejemplos. Así ocurre con el Auto del He­redero que procede del Heredero del Cielo, de Lope, y que trata el tema de la pará­bola de la viña, del Evangelio. En general, no llega a compenetrar el símbolo con la acción dramática, ni corresponde la crea­ción poética a la magnitud de la idea, mez­clando temas novelescos, o motivos cir­cunstanciales, con la alegoría eucarística. De tema bíblico es La mayor soberbia humana de Nabucodonosor, de forma rudi­mentaria y embrionaria acción. Histórico- novelesco es La fe de Hungría, en que apa­rece el tipo grotesco del gracioso en el sacristán, que satiriza la poesía gongorina, en su conjuro a las nubes. La Jura del príncipe (1632) une un motivo real de la época al simbolismo de Cristo y la Euca­ristía. En Las pruebas de Cristo, la alego­ría se basa en el proceso que se incoaba en la época, respecto al ingreso en las órde­nes militares. Abundaba lo popular en La ronda del Mundo (1641). La obra más bella es sin duda el aludido auto de Pedro Te­lonario (hacia 1610).

Todo en él está lleno de tierna e ingenua piedad. Pedro, el ava­riento, aterrorizado por la visión del «jui­cio de su alma» —muy medieval—, deci­de entregarse a la caridad, y él mismo se vende como esclavo. Su encuentro, arre­pentido, con Cristo en traje de peregrino, posee místico encanto. La forma de los «autos» de Amescua es, a la vez, tierna y sencilla, como en sus piezas sobre el Na­cimiento (diversas de las eucarísticas), y con cierta rotundidad e imágenes brillantes que revelan el influjo de Góngora, y anun­cian el estilo de Calderón. El problema de la relación de Amescua con el gran drama­turgo es curioso. Las piezas de la primera época calderoriana ofrecen innegable pare­cido con los «autos» de Amescua, habiendo obras como La Fe sitiada, que sólo por el título tenemos que atribuir al autor de La vida es sueño, y alguna, como La Univer­sal Redención, que es difícil descifrar a cuál de los dos pertenece. Los autos de Amescua ejercieron amplio influjo. De Pedro Telonario, procede El premio de la limosna y Rico de Alejandría de Felipe Godínez, y acaso Ciento por uno, de Cu­billo de Aragón (aquí unido a un tema de «auto de la Virgen del Rosario»). Calderón está influido por Amescua en Las órdenes militares (que proceden de Las pruebas de Cristo); en Mística y Real Babilonia (ori­ginado remotamente por La mayor soberbia humana), etc. El Heredero de Amescua, que ofrece una bella e impresionante descrip­ción del Juicio Final en boca de la Envi­dia, contribuyó (con Lope) a La vida del Señor, de Calderón.

A. Valbuena Prat