En este género, el autor guadijeño es en lo fundamental un discípulo de los Autos (v.) de Lope, si bien, como Tirso, anticipa la penetración teológica de Calderón. Parte Amescua de tramas muy sencillas y de motivos medievales y sentimentales, como en Pedro Telonario, que es en donde deja sus mejores ejemplos. Así ocurre con el Auto del Heredero que procede del Heredero del Cielo, de Lope, y que trata el tema de la parábola de la viña, del Evangelio. En general, no llega a compenetrar el símbolo con la acción dramática, ni corresponde la creación poética a la magnitud de la idea, mezclando temas novelescos, o motivos circunstanciales, con la alegoría eucarística. De tema bíblico es La mayor soberbia humana de Nabucodonosor, de forma rudimentaria y embrionaria acción. Histórico- novelesco es La fe de Hungría, en que aparece el tipo grotesco del gracioso en el sacristán, que satiriza la poesía gongorina, en su conjuro a las nubes. La Jura del príncipe (1632) une un motivo real de la época al simbolismo de Cristo y la Eucaristía. En Las pruebas de Cristo, la alegoría se basa en el proceso que se incoaba en la época, respecto al ingreso en las órdenes militares. Abundaba lo popular en La ronda del Mundo (1641). La obra más bella es sin duda el aludido auto de Pedro Telonario (hacia 1610).
Todo en él está lleno de tierna e ingenua piedad. Pedro, el avariento, aterrorizado por la visión del «juicio de su alma» —muy medieval—, decide entregarse a la caridad, y él mismo se vende como esclavo. Su encuentro, arrepentido, con Cristo en traje de peregrino, posee místico encanto. La forma de los «autos» de Amescua es, a la vez, tierna y sencilla, como en sus piezas sobre el Nacimiento (diversas de las eucarísticas), y con cierta rotundidad e imágenes brillantes que revelan el influjo de Góngora, y anuncian el estilo de Calderón. El problema de la relación de Amescua con el gran dramaturgo es curioso. Las piezas de la primera época calderoriana ofrecen innegable parecido con los «autos» de Amescua, habiendo obras como La Fe sitiada, que sólo por el título tenemos que atribuir al autor de La vida es sueño, y alguna, como La Universal Redención, que es difícil descifrar a cuál de los dos pertenece. Los autos de Amescua ejercieron amplio influjo. De Pedro Telonario, procede El premio de la limosna y Rico de Alejandría de Felipe Godínez, y acaso Ciento por uno, de Cubillo de Aragón (aquí unido a un tema de «auto de la Virgen del Rosario»). Calderón está influido por Amescua en Las órdenes militares (que proceden de Las pruebas de Cristo); en Mística y Real Babilonia (originado remotamente por La mayor soberbia humana), etc. El Heredero de Amescua, que ofrece una bella e impresionante descripción del Juicio Final en boca de la Envidia, contribuyó (con Lope) a La vida del Señor, de Calderón.
A. Valbuena Prat