Bajo el presente epígrafe incluimos toda la labor publicitaria (artículos, ensayos, discursos, prólogos, escritos, etc.) del gran poeta y escritor catalán Joan Maragall y Gorina (1860-1911). Redactada indistintamente en catalán y castellano, ocupa los siguientes volúmenes de la edición de sus Obres Completes: Estudis biografíes [Estudios biográficos], vol. V, 1930; Por el alma de Cataluña, vol. III, 1930; El derecho de hablar, vol. X, 1931; El sentiment de patria [El sentimiento de patria], vol. XIII, 1932; El hecho y el derecho, vol. XIV, 1933; Esta es mi fe, vol. XV, 1933; Las fiestas, vol. XVI, 1934; Problemas del día, vol. XVII, 1934; Notas críticas de literatura catalana, vol. XVIII, 1934; Elogi de la paraula i altres escrits [Elogio de la palabra y otros escritos], vol. XIX, 1935; y Discursos, prólegs i allocucions [Discursos, prólogos y alocuciones], vol. XX, 1935.
Maragall entró en 1890 en el «Diario de Barcelona» como secretario de redacción y particular de su director Mañé y Flaquer, y desde las páginas de este periódico y de otros, en los que también colaboró, dio, hasta la hora de su muerte, una lección constante de humanidad, comprensión y sinceridad. Personalmente fue «argumento vivo» — como dijo un crítico — de sus doctrinas, y él mismo supo formular claramente la divisa: «Sed puros; sed vosotros mismos». Esta posición de sinceridad es fundamental para comprender toda la obra de Maragall, y sus escritos en prosa no son a menudo otra cosa sino un aspecto, un complemento de su poesía. Las oscilaciones espirituales del poeta, los aparentes dilemas entre su serenidad y su entusiasmo, su inteligencia y su sentimiento, su búsqueda de la emoción y de la expresión pura, su vitalismo, etc., no son sino proyección libre, espontánea, sincera de un alma excepcional: «la vida —nos dice— es una serenidad ardiente, una pasión serena… Yo quisiera estar siempre apasionado y siempre sereno… sentir dentro de mí el espíritu en marcha…» La fe —en Dios, en la patria, en las cosas — es para Maragall el fundamento decisivo para toda acción. Recordando las palabras del salmista, a propósito de otro autor, afirma: «He creído y por esto he hablado». Su palabra es, pues, un acto de fe. Esta eficiencia de la fe y de la palabra concuerda perfectamente con su teoría de la poesía y manifiesta una actitud espiritual muy próxima al «creer es crear» de Unamuno. Podríamos distinguir, dentro de la vasta producción de Maragall, entre los artículos de contenido literario y los artículos de contenido político.
De entre los primeros cabe destacar primeramente los que constituyen la labor del poeta como crítico literario. Por sus páginas (en críticas, conmemoraciones, necrologías, etc.) desfilan los nombres de los más importantes autores catalanes — en lengua o en espíritu — como Balmes, Llorens y Barba, Piferrer, Aguiló, Verdaguer, Guimerá, Milá y Fontanals, Yxart, Sarda, Iglesias, Rusiñol, Casellas, d’Ors, M. de los S. Oliver, Víctor Catalá, Costa y Llobera, Ruyra, Carner, etc.; autores castellanos como Campoamor, Núñez de Arce, Valer a, Galdós, Clarín, Pereda, Baroja, Azorín, Unamuno (a este último, con motivo de su asistencia al Congreso de la Lengua Catalana, celebrado en Barcelona en 1906, lo define así: «vuelto hacia el misterio de la vida y de la muerte, de la idea divina y de la consciencia individual»); extranjeros, clásicos y modernos, como Shakespeare, Emerson, Maeterlinck, Kipling, Ibsen, etc.; músicos como Beethoven, Wagner, Mozart (éste preferido especialmente por Maragall). Particular importancia tienen los artículos dedicados a los poetas del Romanticismo alemán y a Nietzsche. La huella que estos autores dejaron sobre el pensamiento poético y la estética de Maragall — quien los tradujo parcialmente — constituye una de las influencias más decisivas y más saludables que ha recibido la literatura catalana moderna. Define así el poeta la filosofía de Goethe: «un naturalismo trascendental que se resuelve en un gran optimismo». Se adhiere con entusiasmo a las definiciones de poesía que da Novalis: «la poesía es la sola realidad absoluta», «cuanto más bella es una cosa, más verdadera es». Las teorías sobre la «palabra viva», expuestas en El elogio de la palabra (v.) aparecen repetidamente en sus artículos, y algunos de ellos son de gran interés a este respecto. «Las lenguas francas» es una de las génesis de esta doctrina.
El poeta se extasía al oír una niña que dice en bearnés: «Lis esteles!», y se congratula de que su lengua — el catalán de su tiempo — sea una lengua sin gramáticas ni academias porque cree que en este estado es más viva y más expresiva. La misma posición se refleja en «En pro de les varietats dialectals» [«En pro de las variedades dialectales»], discurso leído en el Congreso de la Lengua Catalana antes mencionado. Todo ello le conduce a exaltar — como lo hacía Unamuno— a los poetas regionales Vicente Medina y Gabriel y Galán, y el mismo Maragall abrió en Cataluña, entre otros, un camino de poesía sencilla y fácil que siguieron Pijoan y Pujols. En «Énfasis literario» ataca a la retórica romántica y dice preferir la sobriedad. Con ello el poeta intenta trasladar al campo de la expresión la sinceridad espiritual, y de ahí que su posición estética resulte de gran interés, aunque constituya una teoría válida para el mismo Maragall. (De hecho tampoco podía pedírsele más). La doctrina de la «palabra viva», de gran interés desde el punto de vista lingüístico, ha sido después varias veces impugnada. Toda esta teoría poética de nuestro autor revela un hondo influjo de Novalis y de Goethe (cfr. «Verso y prosa», «De la pureza de la poesía», etc.). Dentro del mismo grupo de artículos literarios, debemos incluir los de contenido lírico y narrativo, en su mayoría en catalán («Cercant el Comte l’Arnau» [«Buscando al Comte Arnau»], «El Nadal de Sant Joan» [«La Navidad de San Juan»], «La lligó deis ametllers» [«La lección de los almendros»], «Corpus», «San Jorge, patrón de Cataluña», «Fermentum», «La ginesta» [«La retama»], «Montserrat», etc.). En todos ellos con la misma o mayor intensidad que en las poesías, revela el autor su particular visión de la naturaleza. El misterio que late en ella y su gran poder de transformación obran intensamente sobre su sensibilidad. En las poesías encontramos ya este sentido del misterio: Maragall siente «lo divino» del Jueves Santo «en el campo, en el viento y en las plantas».
El almendro, con la aventura de su florecer en pleno invierno, es entendido como el símbolo de la libertad; las hogueras de la noche de San Juan tienen un extraño poder de transformación y purificación: «¿No sentís en el aire de la mañana de San Juan el hálito de las cosas transfiguradas? ¡Hay una calma de purificación en todo…! ¿Qué intercambio ha habido entre este mundo y el otro…?» Al igual que en su teoría poética, la fuente de este sentido de la naturaleza está en el Romanticismo germánico. Los artículos políticos de Maragall tienen como tema casi exclusivo Cataluña (su personalidad, lengua, actividad política, etc.) y la realidad de la España del momento, «esa gran realidad española que nos gobierna a todos», como dice en el artículo «La espaciosa y triste España» (cuyo título es tomado de «La profecía del Tajo» de Fray Luis de León). Y añade: «…la espaciosa y triste España, omnipresente, con sus largos caminos polvorientos y sus mendigos en hilera tendiendo la mano en una actitud que hace del mendigar y gobernar una sola cosa: una actitud terriblemente ambigua de miseria y orgullo… la suerte de España está constantemente en manos del ejército, que es la única institución fiel a la realidad nacional… El pueblo políticamente no existe… Toda su fuerza está en su alma». Como claramente se ve, se trata de una actitud muy semejante a la de la generación del 98. Maragall, si bien parte de un mismo punto, tiene unas soluciones de fe que extrae de la potencia del catalanismo político, el cual, según Maragall, tiene un sentido de contribución a la grandeza espiritual de España, a pesar del choque de lo español con lo genuino catalán. Al sobrevenir el desastre colonial, el catalanismo es, según nuestro autor, la única fuerza viva de la Península: «Aquí hay algo vivo gobernado por algo muerto, porque lo muerto pesa más que lo vivo y va arrastrándolo en su caída a la tumba.
Y siendo ésta la España actual, ¿quién puede ser españolista de esta España, los vivos o los muertos…? Porque ser buen español al uso parlamentario es fácil cosa… Pues bien, el catalanismo para ser españolismo ha de ser heroico, y su primera heroicidad ha de ser la mayor: vencerse a sí mismo». Y Maragall escribe todo esto en lengua castellana, porque él había dicho ya: «también tiene cada lengua sus destinos». En los momentos en que concretamente se refiere a Cataluña y al catalán su voz adquiere emotividad y unción, como cuando se dirigió al rey en defensa de la lengua vernácula: «Señor: Ved aquí a algunos de vuestros pueblos que vienen a hablaros de cosas suyas muy entrañables. Antes que lanzadas a la disputa política, quieren estas cosas ser habladas en alto coloquio de pueblo a Rey, para que así vestidas con la serenidad de vuestra altura…» La lengua para el poeta es el alma, el símbolo de los pueblos, y por ello glosa admirablemente los versos de Unamuno: «La sangre de mi espíritu es mi lengua / y mi patria es allí donde resuene». Con la misma exactitud con que supo definir al carácter castellano sabe hacerlo con el catalán: «Dentro de cada catalán hay un anarquista». Maragall, como Unamuno, conocía bien el alma de los pueblos — del catalán y del castellano. Todo lo dicho hasta aquí —y mucho más— puede verse (dejando aparte los escritos, no menos ricos en ideas, debidos a anécdotas y circunstancias del momento) en su poema «Oda a Espanya» [«Oda a España»] y en los artículos «La vida regional», «Un momento», «Patria y región», «Un buen estímulo», «El sentimiento catalanista», «Por el alma de Cataluña», «La patria nueva», «Alma catalana», «Nuestra acción», «El ideal ibérico», «La integridad de la patria», «La escuadra que va a Filipinas», «El trágico conflicto», «Catalunya i avant» [«Cataluña, y adelante»], «Visca Espanya» [«Viva España»], etc. El pensamiento de Maragall, expuesto a lo largo de sus artículos, es uno de los más importantes y representativos (a la vez que uno de los menos conocidos) de la España actual.
A. Comas
¡Y cómo vivió, cómo sintió, y sufrió y gozó y soñó Maragall nuestra historia española! No he podido volver a leer sin una profunda renovación de mi espíritu los artículos que escribió en 1898, el año de nuestra gran revelación y nuestra gran tragedia. (Miguel de Unamuno)