[Art d’Occident]. Entre todas las obras del gran historiador del arte Henri Focillon (1881-1943), esta es la más justamente conocida y admirada. Publicada en 1938, constituye, sin duda, una excelente historia de la evolución del arte europeo desde el siglo XI hasta el Renacimiento exclusive. En una síntesis amplia, a la vez que precisa, reveladora de la gran originalidad del pensamiento de Focillon, de su inmensa erudición y de su talento para descubrir nuevas perspectivas en donde las ideas y los hechos se nos aparecen a plena luz justamente iluminados, la obra abarca la totalidad del arte de la Edad Media, el románico y el gótico.
En el curso de estos períodos es cuando, en efecto, se forja una sensibilidad y una intelectualidad «europeas» o, mejor dicho, «occidentales». «La Europa occidental —escribe Focillon al comienzo de su monumental obra, que es, al mismo tiempo que una preciosa introducción a la historia del arte en general, un compendio de todos los conocimientos sobre el arte medieval en particular — ha sabido crear en el curso de la Edad Media su propia cultura desprendiéndose paulatinamente de las influencias mediterráneas, orientales y bárbaras, gracias a la intervención de otros factores, de nuevas condiciones de vida y, sobre todo, de un espíritu inédito. De este modo, surge una civilización original expresada en sus monumentos con tal vigor, que su recuerdo permanecerá ligado durante siglos a los destinos de Occidente». Henri Focillon trata en este volumen de describir «no sólo las características esenciales de los sistemas orgánicos que llamamos estilos, sino también la estructura íntima y peculiar que los ha ido formando a través de movimientos, experiencias, progresión interna, fluctuaciones, cambios y expansiones. Nuestro trabajo no es, pues, ni una iniciación, ni un manual de arqueología y sí sólo un libro de historia, o sea un estudio de las diversas relaciones que, en armonía con lugares y tiempo, se establecen entre los hechos, las ideas y las formas. Estas últimas no deberían considerarse en calidad de simple adorno; ellas participan de la actividad histórica, infundiéndole la desviación, la curvatura que tan poderosamente han contribuido a dibujar.
El arte de la Edad Media no es concreción natural ni pasiva expresión de una sociedad; incluso, en gran medida, la Edad Media es obra suya». Henri Focillon expone en su obra el choque y la fusión de los elementos plenos de contrastes que originan, hacia el año 1000, este «arte de Occidente», convertido en el arte de la comunidad occidental; sus variaciones en el tránsito del románico al gótico, y las formas primarias de este último hasta desembocar en el gótico florido, que tan bien expresa la inquietud y el desorden de la agonizante Edad Media. Define asimismo los caracteres del humanismo medieval que, por medio de este arte, «da a conocer su vasta concepción del hombre y de sus relaciones con el universo», y muestra cuántos nuevos pensamientos y formas surgen al final de la Edad Media, anunciando la aurora de otra etapa civilizadora — la del Renacimiento —, que finalmente conducirá al descubrimiento de un mundo nuevo. En los capítulos consagrados al arte románico (libro primero), Focillon estudia sucesivamente las grandes experiencias del siglo XI: la iglesia románica, con sus teorías arquitectónicas, sus diversas escuelas nacionales o provinciales y las particularidades de la ornamentación románica, síntesis de las aportaciones orientales y nórdicas. El segundo libro aparece consagrado al arte gótico y en él examina el período clásico con sus planos y sistemas constructivos, la plástica monumental en sus relaciones con el humanismo gótico, y las «tres etapas» del sentimiento religioso; asimismo, la pintura gótica en los siglos XIII y XIV —vidrieras, frescos, miniaturas — y los estudios sobre la estructura espacial en los grandes miniaturistas de fines del XIV. Por último, el libro tercero está consagrado a ese apasionante y complejo período que es el final de la Edad Media, con su «irrealismo» y la irrupción de lo que Focillon llama muy justamente el «barroco gótico» tal como aparecía, sobre todo, en los escultores de la escuela de Borgoña, los pintores flamencos y Fouquet.