[Arianne et Barbebleu]. Drama fabuloso en tres actos y en prosa de Maurice Maeterlinck (1862-1949), representado en 1902, puesto en música sobre la prosa por Paul Dukas (1865- 1935) y representado de este modo en París en 1907. Barba Azul ha llevado a su siniestro castillo a su sexta mujer: la hermosísima Ariadna. Los aldeanos, conmovidos y amenazadores, han decidido acabar con el torvo tirano que, sin duda, mató a las otras cinco. Pero Ariadna no cree que hayan muerto. Y una vez recibidas las famosas llaves del cuento, hace abrir las primeras seis puertas. Surgen de ellas ríos de piedras preciosas. No está satisfecha: quiere desobedecer. Y ella misma abre la séptima puerta, la prohibida. Oscuridad. Pero del gran vano negro surgen voces maravillosas: «Ahora las hijas de Orlamonda — (la antigua maga ha muerto) —, ahora las hijas de Orlamonda buscan en vano la puerta». Entra atrevidamente y, en la oscuridad, encuentra a las cinco mujeres, tiernas, humildes y bellas. Una de ellas, Melisenda, tiene cabellos que parecen iluminar las tinieblas. Le muestran una ventana cerrada: con una rueca de hilar hace pedazos los vidrios polvorientos. El sol irrumpe. Aparece la campiña florida. Hace señas. Los aldeanos la ven, acuden, fuerzan las puertas, entran en presencia de Barba Azul armados con hoces y horcas. Ariadna se interpone y despide con dulzura a los violentos aldeanos. «¿Qué queréis? No nos ha hecho ningún daño».
En cuanto han salido los aldeanos, las mujeres se adornan con las joyas. Pero Barba Azul no se da por vencido y sale contra los rebeldes. Entonces es herido y entregado atado a las mujeres, para que hagan de él lo que quieran. Y ellas le curan: pero Ariadna le desata y cuando alarga él los brazos hacia ella, le rechaza y se aleja. Las mujeres que se quedan, echan los cerrojos. Como en las demás obras de Maeterlinck, también en ésta se desarrolla un conflicto entre las formas evidentes y la realidad secreta, entre la voluntad del hombre y las fuerzas que secretamente le conducen. Pero este conflicto no es lucha: es más bien la eterna melancolía, y al mismo tiempo poesía dulcísima de la vida. Nuestros deseos, nuestros sentimientos, y el propio amor nos conducen fatalmente a dicha melancolía, pero al mismo tiempo se calman en ella y encuentran su conclusión más profunda. Ariadna y Barba Azul, debido a que la atmósfera y la ambientación del drama, creado a través del color instrumental, se enlaza directamente con el impresionismo, tiene una fisonomía personal; en la orquestación, más densa y compleja que la debussiana, y en el concreto desarrollo temático, donde el fraseo está animado por una vitalidad rítmica y por un vivo enlace de líneas y perfiles. Sobre todo, el ritmo es el elemento en donde mejor se dibuja la fantasía de Dukas. La página musical de las seis puertas-cofres está considerada como una de las mejores composiciones del autor.
E. Magni Dufflocq