Este título griego, que según parece viene a significar «Asunción entre las calabazas», fue puesto por Lucio Anneo Séneca (4 ? a. de C.-65 d. de C.) a una sátira latina suya escrita en la muerte de Claudio, publicada anónima el 54 ó 55. En los manuscritos la sátira es citada también con los títulos Divi Clauii; per satiram o Ludus de morte Claudii Caesaris. Después de una burlona descripción de la muerte de este emperador, se cuenta cómo subió al cielo a ocupar en él su sitio, provocando una viva discusión entre los dioses, que por el contrario, lo envían a los infiernos. En el viaje, Claudio tiene ocasión de asistir a su propio entierro en la Vía Sacra. En los infiernos es acogido por la numerosa muchedumbre de las víctimas de su crueldad, entregado como esclavo a su sobrino Calígula, y después de Calígula a Eacos el cual, a su vez, lo cede a Menandro, el poeta que de tan buena gana introducía en sus comedias los procesos que era también la afición predominante de Claudio.
Cuatro son, pues, los momentos principales de la narración; la muerte, la discusión de los dioses en el cielo, el entierro, la bajada a los infiernos. En la prosa de la narración se hallan intercalados trozos poéticos, según el carácter de las Menipeas (v.) de Varrón. El título imita irónicamente el de una apoteosis, porque antes que merecer una asunción entre los dioses, Claudio — como se conjetura por el texto incompleto — debía esperar terminar su vida entre las calabazas. El estilo rápido y tajante, responde bien al carácter de Séneca, a quien Claudio había parecido particularmente detestable por su degenerada crueldad y su insulsa pretensión de literato y de jurista. Durante años Séneca había tenido que alabar a Claudio y, cuando murió fue obligado a escribir su oración fúnebre. El airado desprecio por su represión de tiempo y su desfogue bilioso, son en esta sátira expresión de la opinión pública. La muerte de Claudio fue acogida con risas aun en medio de los honores fúnebres oficiales; en el elogio fúnebre pronunciado por Nerón, nadie pudo contener la risa porque el elogio del muerto y la apoteosis decretada por el Senado habían provocado precisamente la Apocolocyntosis, que, aunque anónima y divulgada a escondidas, revelaba el ambiente intelectual en que había nacido y denunciaba, sin dudas posibles, el espíritu intransigente de Séneca.
F. Della Corte