Antiguallas, Paul Roux

[Anciennetés]. Colec­ción de poemas del poeta y dramaturgo Paul Roux, llamado Saint-Paul-Roux y también Saint – Paul – Roux el Magnífico (1861-1940), publicada en 1903 en reducida tirada por las ediciones del «Mercure de France» y reeditada en 1946. con las Esta­ciones de la procesión (v.). En este peque­ño volumen, integrado por siete poemas es­critos entre 1884 y 1890 y dedicado al prín­cipe de los poetas Léon Dierx, Saint-Paul- Roux hace una demostración de su «ideorrealismo», doctrina derivada del idealismo mágico de Novalis y de la estética Rosa- Cruz cuyo promotor había sido Joseph Péladam, conocido por el Sar Péladan. Las An­tiguallas, algunos años después de la muerte de Mallarmé, logran realizar lo que el sim­bolismo sólo había conseguido entrever: la reconciliación de la poesía y de la metafí­sica, justificando plenamente la afirmación de Saint-Paul-Roux cuando decía que «el poeta prosigue la obra de Dios» y que «la poesía sólo es la renovación del arcaico pensamiento divino». En Antiguallas a través de un verbo suntuoso, se hace rea­lidad la síntesis visible del objeto y de la idea, de la idea y del objeto, gracias a un juego de imágenes de una osadía extra­ordinaria, que lo mismo materializa lo es­piritual para hacérnoslo perceptible, que descubre identidades de naturaleza cósmica entre diversos elementos de la realidad, o carga lo- real de una significación simbóli­ca: «Era en el tiempo abstracto del Solo: futuro, el objeto / Se experimenta por la ruta donde el deseo sería materia / El alma con las alas abiertas para el vuelo, / aspiraba a la arcilla por amor a la Causa.» Aunque Saint-Paul-Roux se alejó pronto de la vida literaria para marcharse a tra­bajar aisladamente (a Bélgica y, después, en Bretaña), su obra poética las Antigua­llas, sobre todo estaba llamada a ejercer un considerable influjo sobre la poesía del siglo XX.

El «maestro de las imágenes» como le llamaba Rémy de Gourmont, será considerado por los surrealistas como un precursor a quien rendirán homenaje repe­tidas veces, especialmente en 1925 bajo la pluma de André Bretón y de Paul Eluard. Este último en la nota que sirve de prefa­cio a la reedición de Antiguallas escribe: «Este poeta colmado de amor, de clarida­des, de ternuras y de llamas, se llamó el Magnífico, pero cuando le leemos, todos temblorosos, deslumbrados, con los ojos lle­nos de lágrimas ante esta belleza tan nueva y cándida, ante esta Belleza que sonríe irresistiblemente al hombre y a los cuatro elementos, un nombre nos viene a los la­bios que nos hace sus hijos: Saint-Paul- Roux et Divino.»