[Angelo di boníd]. Es la primera novela del italiano Ippolito Nievo (1831-1861), publicada en 1856. Es una novela histórica de tipo manzoniano, con fondo moral pero con preponderante intención pedagógico-política. La acción se desarrolla en Venecia en 1749, en el período de mayor corrupción de la Serenísima, entre una sociedad blanda y vanidosa, despreocupada de los asuntos públicos, en la cual las costumbres depravadas habían adquirido carta de naturaleza. En medio de tanta infamia una muchacha, Morosina Valiner, conserva el alma virtuosa, y con la sencilla bondad con que cumple con su deber, es prenda de los tiempos de desquite que sólo podrán surgir del «profundo cambio moral necesario para la restauración de un pueblo». Ama a un antiguo compañero de infancia, el caballero Celio Terni, de naturaleza generosa pero viciado por el ambiente, quien finge amarla a su vez con la única finalidad de hacerla instrumento de su placer, y está protegida por el inquisidor Formiani, viejo político que dirige la suerte de la República, el único consciente, entre tantos ineptos, de su verdadera situación desesperada, el único que, en cuanto los tiempos lo permiten, busca, no recobrar la gloria ya extinguida desde la guerra de Morea, sino «ocultar la podredumbre a los ojos de las demás naciones».
Para que su riqueza no pase a degenerados parientes se casa con Morosina, aceptando ya en su corazón que ella se convierta en la amante de Celio y tenga un heredero a quien irán a parar el nombre y las riquezas de la casa Formiani. Pero la muchacha le es fiel, aun sufriendo por el perdido amor, y Celio se enamora verdaderamente de ella, conquistado por tanta virtud. Por desesperación se enreda en una conjuración contra el Estado, buscando la muerte; pero recobra la libertad por obra de Formiani que, al morir, le ordena que se case con Morosina para que su nombre sea bendecido por sus hijos; y les deja al mismo tiempo su más profunda sabiduría política; «No sirve, creedme, no sirve la actividad de conjuraciones ni el misticismo de sectas cuando la sociedad está resquebrajada en su fundamento más santo, la familia». Escaso de valores artísticos, si se exceptúa la pintura amorosa de algunas figuras menores, es documento notable de la madurez ética del autor y de su participación en la obra de renovación educativa que fue sentida con el más profundo espíritu del 800 como base de todo resurgimiento nacional.
R. Ramat