[La muchacha de Andró). Comedia de Terencio (185?-159 a. de C.), escrita y representada en 166 y la primera que compuso. Dos padres han combinado un matrimonio de interés: Simón quiere hacer casar con su hijo Pánfilo a la hija del rico Cremes. Pero Pánfilo tiene relaciones con Gliceria, una mujer joven venida de la isla de Andró y que vive junto con Crisis, cortesana muy conocida en la ciudad. Crisis, de quien se cree que es hermana de Gliceria, muere y se descubren las relaciones entre Gliceria y Pánfilo, y Cremes, temiendo el escándalo, se niega a conceder su hija al joven. El padre de Pánfilo, viendo desvanecerse el sueño que había acariciado, impone a su hijo que abandone a su amiga y así aplaca la cólera de Cremes; de aquí la gran amargura de Pánfilo, el cual, aun contra su voluntad, ha de casarse con la muchacha rica, abandonando a la mujer a quien ama, y, viva irritación del criado Davo, que hasta ahora ha tomado parte en el enredo del hijo de su amo. Con todo, si Pánfilo se resigna en apariencia a la orden de su padre, el criado no se da por vencido; sabe que otro joven, Carino, quiere casarse con la hija de Cremes; no importa que se hagan los preparativos nupciales, en el momento oportuno se aclarará todo. Cremes consentirá en el matrimonio de su hija con Carino, y Simón en el de Gliceria con Pánfilo.
Pero Cremes, que al principio se había disgustado ante el escándalo, persuadido por Simón, consiente de nuevo en el matrimonio, que es anunciado públicamente. Este es una catástrofe para todos: Pánfilo se ve perdido; Gliceria se desespera, pues precisamente aquel día está a punto de ser madre; Carino se cree traicionado; caído en su propia red, reprende a Davo que intenta ahora un nuevo golpe más afortunado. Si Cremes se entera de que Gliceria no sólo ha sido la amiga de Pánfilo, sino que ha tenido un hijo de él, sin duda pondrá veto al matrimonio. Davo expone, pues, el recién nacido en el umbral de la casa de Cremes; y éste se entera indignado de que Pánfilo, padre del niño, se ve obligado ahora a casarse no ya con su hija, sino con Gliceria; la cual por ser de origen ático, puede exigir según la ley, la reparación por el matrimonio. El placentero final se resolverá en el reconocimiento de Gliceria, que no era, como todos creían, hermana de la cortesana Crisis, sino una ateniense, que en un naufragio, se había salvado en Andró, con su tío paterno Fanias. Ahora bien, si Fanias es hermano de Cremes, Gliceria será su hija, precisamente la que, desaparecida hacía mucho tiempo, era tenida por muerta. Pánfilo, pues, se casará con Gliceria, Carino con la otra hija de Cremes, y Davo saldrá triunfante de su intriga.
El esquema de esta comedia es, pues, el tradicional, en que un criado entrometido y sin escrúpulos pone en movimiento y concluye los diversos acontecimientos y concilia los intereses de viejos y jóvenes. Pero, detrás de esta forma exterior hay un hecho nuevo: los jóvenes ya no se revelan con aturdido espíritu revolucionario, contra la tradicional austeridad paterna, sino que se dan cuenta de los problemas de su propia vida y procuran construirse una propia personalidad junto a la de los padres. Y la misma mezcolanza de personajes equívocos con figuras burguesas, de cortesanas con muchachas honestas, no se propone responder a un antiguo gusto por canallescas promiscuidades, sino que indica un entremezclarse de valores dentro de los moldes de la vida social y los límites de las tradiciones. Hay en Terencio, la aspiración moral reprimida propia de un período de transición; Plauto se refería a una sociedad senil rigurosamente constituida, y podía burlarse de sus valores éticos fosilizados en las costumbres en nombre de la irreflexiva reacción de los jóvenes; pero el mundo de Terencio tiene líneas de demarcación menos claras en la superficie y, en el fondo, una necesidad profunda de reconstrucción. [Trad. española clásica de Pedro Simón Abril. Las seis comedias de Terencio (Zaragoza, 1557) con numerosas reimpresiones. La misma, refundida por D. V. Fernández Llera (Madrid, 1890) Trad. en verso por M. Duqueisne (Madrid, 1786)].
F. Della Corte
Tú, oh Terencio, que único, con tu lengua elegante, traes en medio de nosotros, traducido en latín, a Menandro de quien tomas los pasajes más conmovedores, expresándote en un estilo elegante, y mezclando en él infinitas dulzuras. (Cicerón).