Anatomía, Mondino de Luzzi

[Anathomia]. Obra de Mondino de Luzzi (12709-1326), publicada en el año 1478. Para comprender la importancia de esta obra que sirvió de texto en muchísi­mas escuelas hasta el siglo XVII, es me­nester recordar que Mondino fue el primer anatomista digno de este nombre, porque fue el primero en seccionar los cadáveres procediendo a su disección según precisos criterios sistemáticos. Puesta en estas bases la investigación, resultó de ella un decidido progreso en el estudio, en el conocimiento, y en la enseñanza de la ana­tomía, factor este último de particular im­portancia para el prestigio de las Univer­sidades italianas de entonces. La Anatomía de Mondino refleja esta dirección de estu­dios, resume sus resultados y, sobreviviendo al autor, continúa su obra en los siglos sucesivos; algunos puntos como el de los vasos sanguíneos, de los órganos genitales masculinos, de la vejiga, etc., son tratados en su obra con particular precisión; por lo demás, la preocupación por permanecer fiel al principio galénico conduce al autor a largas discusiones en perjuicio de la clari­dad. Observaciones a veces particularmente interesantes de carácter fisiológico y pato­lógico, acompañan a la descripción anató­mica de los órganos.

Son interesantes las normas de técnica de la disección anatómi­ca, practicada en tres tiempos, de los cua­les el primero comprende el examen de desenvolver una contemplación de la muer­te bajo dos aspectos frecuentísimos en la literatura religiosa medieval; el despre­cio del mundo (Primer aniversario) y la meditación acerca de las glorias del Paraí­so (Segundo aniversario). En esta contem­plación se insinúa la turbación del poeta ante los nuevos descubrimientos en el cam­po científico (Copérnico, Kepler, Galileo) y filosófico (F. Bacon), que trastornaban la concepción medieval que él tenía toda­vía del mundo en que se había criado. Así como la idea desarrollada en el «Pri­mer Aniversario» es una excesiva hipérbole, que lo pareció así también a sus contempo­ráneos, también abundan las hipérboles en los detalles, especialmente en las alabanzas a la difunta, para la cual usa de un len­guaje que más convendría al elogio de la Divinidad. Con todo, no faltan, entre con­ceptos e ideas enrevesadas que hacen difí­cil y pesada su lectura, algunas imágenes luminosas y bellísimas y de ese vigor poé­tico de que Donne dio bastantes pruebas en sus poesías más breves.

S. Rosati