[Album für die Jugend]. Composición para piano op. 68 de Robert Schumann (1810-1856), publicada en 1848. Estas 43 piezas fáciles las escribió Schumann — quien probablemente se preocupaba por la instrucción musical de sus hijos— porque lamentaba que los estudios para piano no uniesen, por lo general, a la eficacia técnica, «el atractivo de la fantasía». Son breves páginas en las cuales la finalidad pedagógica consiste más bien en cultivar la fantasía y el sentimiento del niño que en educar su habilidad técnica; con todo, no faltan en ella pequeños problemas técnicos, («Cancioncita y canon», «Recuerdos», «Pequeña fuga», etc.) que se refieren particularmente a la propiedad en el fraseo y la independencia de la mano izquierda en la ejecución de pequeños contrapuntos. En todo momento esos intentos didácticos son disimulados bajo una elegante riqueza de fantasía, una expresión fuertemente caracterizada por la cual algunas de estas vivas imágenes imprimen en el ánimo infantil un recuerdo indeleble. Éste es el pequeño hechizo de composiciones particularmente vigorosas y viriles como «El caballero del bosque», «El extranjero», verdaderas viñetas románticas, de ritmo incisivo, de expresión marcial, mientras, piezas como el célebre «Aldeano que alegre vuelve del trabajo», «Canto de primavera», «Mayo», ejercen la misma eficacia, en el sentido de una delicadeza más femenina.
A esta sencilla obrita (como a otras composiciones afines) se debe hacer remontar un importante acontecimiento estilístico en el arte de Schumann y en general del romanticismo. El intento pedagógico de que fuesen estas piezas vivamente expresivas e ilustrativas, hace que la expresión sea en Schumann cada vez más consciente: en lugar del presupuesto, que impele y anima la autónoma exteriorización sonora — regida por sus leyes constructivas, o también rapsódicamente vagabunda según el impulso de la fantasía musical — la expresión se convierte en finalidad para el músico. La música se torna descriptiva. El elemento sentimental, en lugar de residir sencillamente en la ineliminable humanidad del artista, resorte involuntario de la expresión, es objetivado y aislado. El artista lo desprende de sí, lo modela y lo plasma por medio de la música. Este cambio (la música de fin se convierte en medio; la expresión de inconsciente necesidad se convierte en finalidad conscientemente perseguida) es un hecho de importancia incalculable en los ulteriores desarrollos del romanticismo musical; naturalmente, localizarlo en Schumann y en estas sus breves composiciones descriptivas es únicamente una simplificación cómoda para captar ese fenómeno en el momento más aparente de su evolución.
M. Mila