[Aladdin eller den forunderlige Lampe]. Es la obra que se considera más importante en la rica producción del escritor danés Adam Oehlenschláger (1779-1850), aunque sea más justo preferir sus poesías o escritos de composición más coherente, como los Cuernos de oro (v.). Escrita en el invierno de 1804-1805, el asunto de Aladino está sacado de las Mil y una noches (v.) y adaptado al teatro según el estilo de Tieck. Incluso el mero desarrollo de la trama está dirigida hacia la demostración de conceptos románticos, pese a que las líneas esenciales de la fábula no queden demasiado alteradas. La idea romántica de la obra, donde se alude a la historia del mismo poeta, es que la sencillez vence sobre la pura inteligencia.
En la primera parte, Aladino encuentra la lámpara encantada sólo porque, infantilmente carece de preocupaciones; en la segunda, habiéndola perdido, vuelve a encontrarla, en lucha contra las fuerzas de la envidia y de la codicia, porque es inocente. Como en los Cuernos de oro, corresponde al tipo humano, sencillo y puro, al «alegre hijo de la naturaleza», encontrar lo que el sabio Nureddín busca en vano: la lámpara, es decir, la fantasía, la inspiración del poeta. Además de los personajes principales, Aladino, Nureddín e Hindbad, hay en el drama una multitud de figuras de ciudadanos arrancados de la, vida diaria de Copenhague y caracterizados cómicamente; y precisamente aquí, en el humorismo y en la entrega lírica, se encuentran las más estables cualidades poéticas de la obra. Las ideas y los símbolos, en cambio, cuando no son expresados mediante el relato, son más bien retóricos e ingenuos al mismo tiempo.
G. Puccini
Un Narciso débil y voluptuoso. (G. Brandés)
* La fábula de Aladino ha sido puesta en música varias veces. De entre las numerosas óperas compuestas sobre este asunto, la más conocida es la de Nicolás Isouard (1775-1818) y Angelo Maria Benincori (1779- 1803), Aladin ou la lampe merveilleuse, en cinco actos, sobre libro de Étienne, que quedó inacabada y fue representada en la Opéra de París en 1822, con gran éxito, debido también al hecho de que, por primera vez aquella noche, el teatro estaba iluminado con lámparas de gas, espectáculo entonces excepcional y nuevo; pues dicha partitura, si se exceptúan algunas melodías conseguidas y no carentes de cierta lozanía (como el aria «Venez, charmantes bayadéres»), hoy ha caído en absoluto olvido, no contando ni entre las mejores óperas del fecundo compositor francés. Otra ópera de Adalbert Gyrowetz (1763-1850), representada en Viena en 1822, lleva el mismo título. Otras, de Henry Bishop (1786-1855), Londres, 1826; de Luigi Ricci (1805-1859). Nápoles, 1855; del danés Christian Hornemann (1841-1906), Copenhague, 1888, se titulan Aladino. Músicas escénicas para la obra original de Oehlenschláger, compusieron Christian Danning (1867-1925), Cari Nielsen (1865-1931) y Richard Walthen (n. 1872).