Jean Des Esseintes, último descendiente de una noble familia, es un treintañero anémico y neurasténico. Consagrado desde su juventud a la delectación estética decide, tras haber buscado inútilmente en el vicio la satisfacción de su inquietud, retirarse de la vida real. En provincias, exactamente en Fontenay-aux-Roses, se crea el refugio adecuado a sus gustos: paredes decoradas con telas raras, ventanas adornadas con vidrios góticos, muebles fastuosos, cuadros caracterizados por una morbosa fantasía, y plantas rarísimas que imitan a las falsas. La biblioteca está dedicada en gran parte a textos de la decadencia latina, en concreto Petronio y Apuleyo, y a los místicos de todas las épocas, pero también a la literatura moderna: Mallarmé, Baudelaire y Verlaine. En este extravagante y paradójico ambiente, construido bajo el signo del artificio, Des Esseintes comienza evocando como en sueños sus experiencias y después, presa de auténticas pesadillas, se ve asaltado por una grave forma de neurosis. Obligado, con el fin de curarse, a renunciar a su aislamiento, implora el milagroso socorro del Dios de los cristianos: sus inclinaciones al artificio no eran acaso sino impulsos hacia un ideal, hacia una beatitud lejana.