Poema corto de Edgar Allan Poe (1809-1849), publicado en 1829 en el volumen Al Aaraaf, Tamerlán y poesías menores [Al Aaraaf, Tamerlane and minor Poems]. El argumento es el descubrimiento, hecho por el astrónomo Tico Brahe, de una estrella a la cual se dio el nombre de Al Aaraaf, que apareció inesperadamente en el cielo, alcanzó en pocos días una luz superior a la de Júpiter para desaparecer luego y no ser vista nunca más. En la primera parte, el poeta describe el nacimiento de aquel nuevo astro, sin mancha alguna y adornado por toda la belleza. La diosa tuelar de la nueva estrella, Nesace, rodeada de rayos opalinos, entre las maravillosas flores aparecidas sobre la nueva tierra, suplica a Dios que le revele su voluntad; y la voz eterna de la divinidad, que hace estremecer incluso a los rojos vientos del cielo, le responde: abandona tu morada cristalina y vuela a través del cielo lunar, llevando sobre las alas otra luz a los otros mundos, divulga los secretos de tu embajada a las soberbias esferas que brillan, como proclama a todos los corazones para que las estrellas no vacilen con las culpas de los hombres.
En la segunda parte, tenemos la descripción del palacio de Nesace, formado por un haz de magníficas columnas, sobre las cuales está colocada, como una corona, una cúpula atravesada por el cielo en ininterrumpidos rayos de luz; en el silencio misterioso la doncella canta un sortilegio con el que llama a los dormidos espíritus de la belleza para que acudan, sacudiendo de sus alas cuanto pueda dificultarlas, sea el rocío de la noche o la caricia del amor. Surge entonces de la sombra de los bosques, a la luz de las estrellas, una misteriosa criatura, Ligeia, que parece iluminar el aire con su cabellera, y a su alrededor irrumpen mil serafines y espíritus alados; entre tanto Janthe y Angel, perdidos en su amor, no oyen la llamada de Nesace: serán, pues, excluidos de la eterna beatitud, puesto que la pasión terrena ha oscurecido su alma y «el cielo no concede la menor esperanza a quienes no oyen por los latidos de su corazón». En esta obra juvenil, fragmentaria e incluso oscura, completamente cargada de reminiscencias de Marlowe, de Moore y sobre todo de Milton, Poe está todavía muy lejos de la desnudez verbal que será el mayor mérito de sus poesías más maduras; sin embargo ciertas descripciones, como la del nacimiento de las flores en la nueva estrella, y ciertos fragmentos líricos, como la plegaria y el hechizo de Nesace, tienen su fascinación armoniosa fundada sobre una deslumbrante riqueza de imágenes.
A. Próspero Marchesini