Aires Murcianos, Vicente Medina

Obra lírica del poeta español Vicente Medina (1865-1937), publica­da en 1898 con un prólogo de Azorín. Para el gran prosista de Monóvar, el poeta mur­ciano es siempre un poeta delicado, genial, conmovedor; la característica de su obra es la ternura, la infinita ternura de los hom­bres y de las cosas. «Medina es un artista, y llega como los entendimientos escogidos al fondo de ese mundo de emociones igno­radas.» Las poesías que más agradaron al prologuista son «Murria» y «Cansera». «Cansera» es una diminuta obra maestra; una verdadera joya. El huertano, matiego apasionado de su pedazo de tierra, acorrala­do en su casa por las desgracias, por la mala cosecha, por la sequía, por el hijo que se han llevado a la guerra, se niega a salir de ella; no, no quiere salir; siente aquella alma ruda, el cansancio insuperable, el te­dio de quien toda la vida ha luchado re­ciamente y no recoge al final más que do­lores. ¿Para qué salir? ¿Para qué ir a ver la tierra, antes fértil, los viñedos lozanos antes, la huerta un día frondosa? ¿Para qué recorrer la senda por la que él tantas veces ha pasado a través de los campos? «Por esa sendica se marchó aquel hijo / que murió en la guerra… / por esa sendica se ‘jue’ la alegría… / ¡por esa sendica vinieron las penas! / No te canses, que no me remuevo; / anda tú, si quieres, y ‘éjame’ que duer­ma, / ¡a ver si es ‘pa’ siempre!… / ¡si no me ‘espertara’!… / i tengo una cansera!» Hay que añadir, porque es importante, que Vicente Medina recogió una secreta heren­cia de melancolía de raíces indudablemen­te árabes, que entrañaba el amor a la tierra hermosa considerada como una amante, como una esposa, como la indiscutible com­pañera del hombre, y los avatares humanos ligados a la tierra inmensa de los hombres. Su lenguaje poético aglutinó, con las metá­foras, el habla llamado panocho, propio de la huerta murciana; especie de dialecto que, desgarrado, sirve ahora para las «soflamas» y cantares festivos de la huerta de Murcia.

C. Conde