[L’Aigrette]. Comedia en tres actos, del dramaturgo italiano Darío Niccodemi (1874-1934), escrita en francés y representada en París en el teatro Réjane en noviembre de 1912; y, traducida al italiano por el autor, en Milán, por la compañía del teatro Manzoni, el 29 de marzo del año siguiente. Mantuvo el título francés en todas sus traducciones. El airón, «l’aigrette» con que la condesa de Saint-Servan se adorna corrientemente, y en el cual su hijo advierte un particular signo de elegancia y de nobleza, «una banderita de honor», es el símbolo de una casta orgullosa que todo lo cree lícito con tal de mantenerse en un fausto que se le escapa. La noble condesa, para mantener el lustre de la casa a la altura del título nobiliario, sin contar con medios para ello, recurre, en efecto, a los expedientes más complicados; el último consiste en hacer que le «préste» el dinero necesario al lujo suyo y de su hijo, la señora Suzanne Leblanc que es la amante de éste. Y como proyecta un beneficioso matrimonio al que el joven Henri, débil y dócil bajo la guía materna, acabaría por acceder, la señora Leblanc reivindica, no su dinero, sino casi la propiedad de su amante que continúa al margen de los enredos financieros de la madre. Pero no le juzga tan favorablemente el marido Leblanc — un rico banquero que vive su vida y deja libre a su mujer— quien, descubriendo el abismo de deudas en que ella se debate, quiere salvarla de la ruina y abrirle los ojos sobre su amigo, a quien presenta como un canalla. Suzanne se rebela contra esta acusación, pero su amor se resiente; y Henri, que recibe de lleno la ultrajante sospecha del marido, habrá de matarlo si ha mentido, o matarse si aquél ha dicho la verdad.
Y cuando pregunta a su madre, ésta confiesa de plano. Destrozado por la revelación, se daría muerte, de no intervenir Suzanne, feliz de su cándida inocencia, para reclamarle a la vida y al deber de ser para ella, que lo ha perdido todo por su amor, el compañero y el protector que se redimirá con el trabajo y con la adoración. En este final sencillo e inesperado se dibuja un motivo consolador de sátira social, representada por la figura del joven víctima de los prejuicios maternales que son los de una clase destruida y corrompida por el ocio. La comedia, con su violencia verbal y con el desbordamiento de las expresiones escénicas, tiene tres escenas centrales en los tres actos que son de los más vivos de Niccodemi y capaces de despertar el interés del público, pese a basarse en sentimientos, costumbres y ambientes tan superficialmente exóticos y convencionales.
M. Ferrigni