Drama famoso de la época final de José Echegaray (1832-1916), representado en 1905, y típico del efectismo de tesis, del impresionismo posromántico, y casi neurótico de su cálculo intelectual, aplicado al público «de galerías» propio de su obra, aunque, como dice Barja, «más sano y equilibrado», a pesar de lo exagerado del procedimiento, en lo satírico y moral, que otros dramas del mismo autor. A su obra total la llama dicho crítico algo como «un formidable Prometeo angustiado, pasional, epiléptico». Tuvo Echegaray el Premio Nobel en 1904, casi al tiempo de este drama. Obra de «españolismo castizo», ha dicho de él un crítico anglosajón que «sólo un español podía haber escrito esto». Ganivet nos habla del éxito de Echegaray en la propia Finlandia. A fuerza de arrastrarse, cuyo título ha venido a convertirse en frase hecha en España, viene a ser la sátira dramática de los que quieren encumbrarse a base de bajezas o claudicaciones, tema tan actual. Según Hurtado la idea básica procede de una fábula de Hartzenbusch, titulada El águila y el caracol. Influyó, aunque en técnica muy diversa, en algunas comedias de Benavente, que censuran un ambiente común.
Echegaray, muy prolijo y desigual, mezcló las exageraciones del romanticismo más desorbitado, con los problemas del positivismo de esta época. Se funden en él lo estrafalario y lo genial, en un momento en que el público, tras las restricciones pacatas que lo antecedieron necesitaba una sacudida de nervios, un morbo ibseniano y finisecular„ lleno de rebeldía social y de un soplo, en cierto modo, calderoniano. Aquí, censura lo egoísta e hipócrita de una sociedad que aún, en parte, padecemos. A fuerza de arrastrarse es, en su orden, un gran drama de época, aunque inferior a otros del mismo autor como El gran Galeoto (v.), O locura o santidad (v.), o Mariana. Obtuvo un auténtico éxito, aunque hoy está algo olvidado.
A. Valbuena Prat