[Zapiski iz mértvago dema]. Narración de Fedor Dostoievski (Fedoir Michajlovic Dostoievskij, 1821-1881), publicada en 1861, cinco años después de su vuelta del presidio, a que había sido condenado en 1849, tras la conmutación de lacena de muerte, a consecuencia del proceso del grupo revolucionario de Petrasevskijy Los Recuerdos de la casa de los muertos, redactados en primera persona por un tal Petrovich Gorjanchikov, son una obra autobiográfica: nos hablan de la vida del escritor en presidio y sobre todo representan lo que podemos llamar «humanidad» del presidio, vista por Dostoievski.
Desde el punto de vista literario, tienen una forma completamente peculiar: forman una serie de bocetos parciales ligados entre sí por el fondo común; al mismo tiempo, constituyen un cuadro de conjunto del presidio de aquella época en Siberia y una galería de singulares tipos de delincuentes, dibujados con profunda psicología. Durante su permanencia en presidio, Dostoievski, pese a los sufrimientos físicos y morales, adquirió una especie de consuelo por el hecho de haber llegado, conociendo de cerca el carácter y la psicología rusos, precisamente a través del examen de aquellos que generalmente están considerados como los despojos de la vida social, a una conclusión bastante favorable.
«Estoy dispuesto a ser el primero en testimoniar — dice — que en el ambiente más ignorante y sofocado, en medio de estos miserables, he encontrado rasgos del más fino desarrollo espiritual». De ahí su opinión, tan importante para la comprensión de toda su obra y que extrajo del pueblo ruso más sencillo, de que el delito es una desgracia y los delincuentes son unos «infelices». En su simpatía por esos «infelices» el escritor no los idealiza, no trata de hacer de ellos héroes, sino que, a base de una observación psicológica agudísima, presenta hombres en toda su plenitud, comprendidos los aspectos completamente negativos y repugnantes.
Es admirable el arte con que el escritor consigue representar los rasgos individuales de las personas presentadas; algunas de ellas son inolvidables: Gazin, el sádico coloso tártaro con instintos de fiera; Akim Akimych, el ex oficial cosaco adorador de las formalidades; Petrov, el hombre de carácter misterioso, siempre en busca y en espera de algo, eternamente en un estado de ánimo indeterminado e inquieto; el sencillo y humilde Sirotkin; el joven montañés Alej, de alma pura y tierna, a quien Dostoievski enseña a leer en su único libro, la Biblia, y así sucesivamente. Publicados al mismo tiempo que la novela Humillados y ofendidos (v.), los Recuerdos de la casa de los muertos revelan un Dostoievski distinto del de los cuentos de la época de Pobre gente (v.), anunciando al creador de las grandes obras que van de Crimen y castigo (v.) a los Hermanos Karamazov (v.). [Trad. de Antonio J. Onieva (Madrid, 1923) y de Pedro Pellicena (Madrid, 1928), con el título de La casa de los muertos; trad. de R. Cansinos Assens en Obras completas, tomo I (Madrid, 1935), edición varias veces reimpresa con el título que hemos adoptado].
E. Lo Gatto
Dostoievski alcanza sin duda regiones mucho más profundas, y toca puntos mucho más importantes que ningún otro novelista; pero puede decirse que todos sus personajes están tallados en la misma materia. El orgullo y la humildad perduran como las razones secretas de sus acciones, aunque las reacciones estén calculadas por razón de las distintas dosis. (A. Gide)