Rosalía de Bringas, née Pipaón de la Barca, es la sustancia de la novela de Benito Pérez Galdós (1843- 1920) La de Bringas. Es la encarnación misma del deseo de aparentar más posición, de figurar elegantemente en sociedad, por encima de los medios disponibles.
Pero hay quizás una explicación de su conducta en el paradójico lugar en que se sitúa su vida: su marido, don Francisco de Bringas, es un empleadillo del Palacio Real, que, con toda su modestia, vive en el hálito de los esplendores de Corte. Incluso físicamente: el pisito de los Bringas está en la azotea del Palacio Real de Madrid, extraño lugar para ser escena de estrecheces económicas y de vidas tan mezquinas como metódicas. Por otra parte, don Francisco de Bringas, con su carácter ahorrativo, sistemático y sin imaginación, estimula por contraste en su mujer el deseo de elegancias y refinamientos.
Una coyuntura azarosa pone en marcha el resbalamiento de la señora de Bringas: su marido ha perdido temporalmente la vista a fuerza de entregarse a maniáticos pasatiempos de confección de cuadritos con pelo natural. Entonces, ella puede ponerse sin miedo algunos vestidos que, comprados a costa de contraer deudas, hubieran horrorizado al pequeño funcionario de haberlos podido ver. Crecen las deudas y los enredos, mientras Bringas va recobrando la vista: acecha el seductor, en forma del grandilocuente señor de Pez, funcionario de gran postín, que no da su auxilio económico a la señora sin esperanzas secretas de compensación amorosa.
Pero este personaje galdosiano, «la de Bringas», no ha nacido para grandes tragedias ni grandes pecados, sino para ornamentarse y ser un repertorio ambulante de «trapos» y vanidades. No hay «clímax» en su aventura, que se queda en simple estampa, cortada por vientos de fuera, incluso por la Revolución que desalojará a la familia entera de su buhardilla palaciega. Así, en su tono menor, como diminuta personificación de la vanidad social, exacerbada en su situación anfibia de esplendor y estrechez, en su «quiero y no puedo», Rosalía de Bringas ocupa su modesto pero insustituible lugar en la galería de los personajes literarios de la narrativa española.
J. M.a Val verde