Nazarín

En la galería de personajes de Benito Pérez Galdós (1843-1920), Nazario Zaharín, cuyo alias «Nazarín» da título a su novela (v.), es una figura extraña y excepcional, personificadora del sentido religioso galdosiano en su forma más per­sonal e intensa.

Es un sacerdote al mar­gen de toda sociedad respetable, solitario entre los más miserables, que se ve impe­lido al vagabundeo por los pueblos; más tarde deja los hábitos y es seguido por varias desgraciadas mujeres para quienes él es la única esperanza de luz y reden­ción. Con su extraña catadura y su com­pañía, no es extraño que acabe preso, lle­vado a la cárcel en compañía de malean­tes: una violenta enfermedad corta el cur­so de esta narración, toda ella derecha, sin argumento, como si el autor no supiera qué hacer de ese personaje disparado en alas de su afán de autenticidad evangélica en tono anárquico.

Por eso se comprende que Nazarín no se haga evidente como una de las personas, inconfundibles e indivi­duales, que pululan por la obra galdosiana, sino como un «tipo», un «caso límite» de exaltación religiosa. Sus palabras, también, tienen una cierta generalidad retórica, que no coincide con la caracterización propia­mente novelística. Con todo, este singula­rísimo personaje de eclesiástico, con su aire de derviche errante — «el moro», le llaman en la narración — es un valioso antecesor de figuras posteriores de sacerdote en la novela — en Bernanos, etc. —. Se diría que, al condensar Galdós el fondo de su sentir religioso en una sola figura, ésta ha salido demasiado violenta para un encaje narra­tivo, y ha dejado atrás a su propio autor y a su libro, desapareciendo de un hori­zonte argumental.

J. M.a Valverde