Personaje de Las escenas de la vida bohemia (v.) de Henri Murger (1822-1861). En los cafés de París, que fueron el primer escenario de sus alegres apariciones, Musette dejó el recuerdo de un canto alegre y malicioso, y, sobre todo, los ecos de su locuaz pero no chismosa irreflexión y de su abierta y comunicativa alegría de vivir, expresadas en sus ademanes desenvueltos y graciosos como los de un coquetón e impertinente pajarillo.
Dispensadora de contento por su mera presencia, Musette contagia el bienestar, el optimismo y la fe en el mañana, y gracias a ella el momento que pasa parece iluminarse. Y lo que su figura tiene de bufonesco y caprichoso, aunque no vulgar, es un motivo más de fascinación, como un residuo de infancia que no pudiera desprenderse de la mujer. No venal, inteligente, no exenta de sentimentalismos pero tampoco de juicio, Musette se entrega con toda su alma al amor de Marcelo, pero no puede impedirle las evasiones hacia aquel mundo del lujo por el cual, como Manon Lescaut (v.), se siente atraída, consciente de que todo cuanto es bello es también bueno y útil.
Pero Musette, más prudente que Manon, sabe alternar la miseria con el lujo: nunca tan amante del sacrificio como para renunciar definitivamente a los goces de la vida, pero jamás prisionera de ésta. Aunque fuera de sus mundos cerrados y distintos, se halla más cercana a la tradición amable de las humildes «grisettes» que a la de las «lorettes» venales y sin corazón. Antes de su matrimonio, dice adiós a su viejo y querido pasado: Musette, que ha suavizado, a diferencia de Mimí (v.), las reglas de la bohemia, asume, desenvuelta y sincera como siempre, su nuevo estado, y nos deja pensando que su voz se mantendrá juvenil, como en los inolvidables tiempos de las canciones del tan añorado Barrio Latino.
G. Falco