Personaje de la novela La familia Golovlëv (v.) de Michail Evgrafovič Saltykov-Ščedrin (1826-1889). Porfiri Vladimirovi Golovlëv, llamado familiarmente Juduchka, esto es, pequeño Judas, es la personificación de la hipocresía y de la más asquerosa glotonería.
Su único afán es acaparar los bienes de su madre y de sus hermanos, a quienes poco a poco va arruinando. Su sórdida codicia le hace atropellar todos los sentimientos: Golovlëv es capaz de inducir a sus hijos al suicidio y al deshonor, mientras ello le permita satisfacer el único anhelo de su innoble vida. Su psicología, elemental como la de una bestia y al mismo tiempo de tortuosa complejidad, alcanza momentos de monstruosa grandeza en la exasperación de las sensaciones más materiales, en virtud de una absoluta falta de conciencia o, como dice el autor, de «insensata esterilidad moral».
Pero su característica más saliente es la hipocresía, que no es sólo calculada doblez, sino una actitud innata, y la ingenua presunción de que todos los valores morales se resuelven en su propio bienestar; de tal modo que a cada momento tiene a mano justificaciones morales de sus actos. El análisis de la hipocresía de Juduchka figura entre las más agudas páginas de la novela, aunque en rigor, ni siquiera se trata de hipocresía, ya que, según afirma el autor, comparando su héroe con Tartufo (v.): «no era tanto un hipócrita como un repugnante mentiroso y un charlatán». A este vicio del alma le acompaña una inercia exterior, que encaja perfectamente con el cuadro de la decadencia de una familia y aun de toda una clase social: la de los pequeños propietarios provincianos.
Decadencia, por lo demás, y hasta continua «mortificación», es toda la vida de Juduchka en un ambiente de hedionda podredumbre. Al fin, aunque demasiado tarde, su conciencia despierta, pero sólo sirve para hacer más trágico y desesperado el momento supremo de aquella vida estéril, sin llegar a atenuar lo odioso de tan monstruosa figura.
A. K. Villa