El mito de las Danaides, condenadas en el Hades a llenar de agua unas ánforas sin fondo, dejando aparte algunas alusiones que se hallan en diversas obras de poetas griegos y latinos, sirve de argumento a una trilogía de Esquilo, de la que sólo se nos ha conservado una tragedia, Las Suplicantes (v.), que lo desarrolla en su primera parte: la huida de las Danaides a Argos.
Éstas son, a la vez, protagonistas y coro (v.): continuamente presentes en la escena, con sus cantos de terror o de agradecimiento, fe y esperanza, según el giro de los acontecimientos, comunican a la tragedia una nota persistente de lírica pasión más que de movimiento dramático.
Psicológicamente, el coro de las Danaides aparece como único personaje; el sufrimiento común ha hecho que las cincuenta hermanas posean casi una sola alma, y sientan y actúen en la escena perfectamente unidas y compactas. Débiles y ultrajadas, huyen de la violencia de sus primos por un instintivo deseo de pureza; no obstante, su misma debilidad femenina y la continua actitud de terror con que se nos manifiestan demuestran una desesperada decisión, y así, declaran preferir el suicidio a ceder.
Una fe ilimitada las sostiene y les comunica una postura casi hierática: invocan a Zeus, que ha amado a lo, su progenitora; aparecen en la escena en actitud suplicante, y asimismo las dejamos al final del drama. Dos son los elementos que constituyen propiamente su personalidad: su terror de doncellas perseguidas que, tras haber atravesado en su huida anchurosos mares, no pueden aún sentirse a salvo de la violencia, y su fe inmensa y su confianza en el omnipotente Zeus, al que invocan, con un fervor que las eleva, como al único de quien puedan ya esperar la salvación.
Totalmente distinta y falta de la conmovedora sencillez que caracteriza el coro de las hermanas aparece Hipermnestra en la decimocuarta de las Heroidas (v.) de Ovidio, donde, convertida de perseguida en heroína, como única que ha librado de la muerte al esposo, cuenta a éste, con más retórica frialdad que auténtico dolor, las penalidades que ha sufrido y sufre aún por haberle salvado la vida.
C. Schick